A Point of View
Moments That Shake Us Up
By Paul V. Montesino, PhD, MBA.
“There are historical moments when an alignment of forces causes a shift in human outlook. It happened to art and philosophy and science at the beginning of the Enlightenment. Now, in the early twentieth century, modernism was born by the breaking of the old strictures and verities. A spontaneous combustion occurred that included the works of Einstein… and dozens of other path breakers who seemed to break the bonds of classical thinking.” Einstein, his Life and Universe, Walter Isaacson ©2007.
The above statement from the book of reference covers many names not listed above who also contributed during that period. Not on the list are older names, Johannes Gutenberg, Sigmund Freud and Charles Darwin come to mind and the inventors of the Computer and Internet as well. And I am only talking about scientific and practical notions. I have left out the religious because a list, although significant at one time or another, even these days, would be too incomplete and definitely offensive to the nonbelievers of any faith mentioned by those who believe something else not mentioned . Some were inventors, like Gutenberg with his printing press, while others opened new worlds of the mind that never closed again. Einstein with his General Theory of Relativity, Freud with his Psychoanalytic wisdom, Darwin with his evolutionary Natural Selection.
What I am referring to right now is a new point reached in our contemporary history that is being played in front of our own eyes and we still cannot or don’t want to recognize. I am talking about the new world of energy resources we live in and probably will live in the near and long term future: the paradigm is shifting.
In my article of two weeks ago about recent decisions made by our United States Supreme Court regarding the death penalty for rapists of minors and also about the Second Amendment to the Constitution that guarantees our rights to bear arms, I mentioned in a humorous tone that perhaps it was time for the Supremes to declare our current energy prices unconstitutional as well. Of course, one thing is to declare them abusive and perhaps obnoxious, but being able to stop them is another thing altogether. Let’s look at the current situation and try to see where it is steering us.
I will start with a brief and simple mathematical formula. Every algebraic formula consists of two elements that must balance each other: x = y. When the left value (x) equals the right value (y) then there is balance. We have two sides to the current energy crisis formula that we must consider that have different expressions but must satisfy the same conditions of economic equality: supply = demand. If they do, there is balance as well. Unfortunately that formula is not only hard to come by these days but it is also impossible to achieve. Therein lies our problem.
A slow motion world that depended on wood for heat and cooking, domesticated animals for transportation and controlled wind velocity for crossing the oceans welcomed the advent of the energy resources that would replace them. Not only was that new technology well received, it also guaranteed that those who harnessed those replacements would succeed and prosper with high velocity beyond imagination.
Electricity, the automobile engine, aviation, to mention the most significant became the symbols of civilization. Those who used them could flourish; those who did not withered. And time and again we got used and comfortable with the idea of who was being up front or who was being left behind. The formula was, for a long time one where supply was unequal ≠ but in real economic terms looked something like this: supply > demand. In other words, supply was greater (>) than demand of those resources we so much needed and wanted and could not live without. Prices were low then.
Unfortunately for us, the world would not stop to conform with our selfish wishes forever. It was not realistic and, above all, it was not fair. The developing nations that for many years were on the supply side of the equation by giving us those cheap resources that we gobbled up economically and defined culturally as necessary for our standard and reason of living became demanding themselves and moved to the demand side of the equation until there was insufficient supply for all of us. The demand for us and them, on the other side, kept increasing. At that point we reached a new formula that has not abated for a while now and has reached critical mass: Supply < Demand. In other words, Supply is less (<) than demand. So here we are looking at the new paradigm and asking in despair: where do we go from here?
I know where we are going, and the place where we are headed does not look even remotely similar to the past where we come from and, I am afraid to add, even to the present we now enjoy. As the saying goes: the party is over. This looks more like a piñata is over.
Wait for me for my next articles about the way that place will look like and how we are going to get there.
And that is my Point of view today.
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About Me
- Paul V. Montesino, PhD.,MBA.
- Watertown, Massachusetts, United States
- Editor Latino World Online.com and Mundo Latino Online.com
Wednesday, August 20, 2008
Momentos que nos estremecen
Un Punto de Vista
Momentos que nos estremecen
Por Paul V. Montesino, PhD, MBA.
“Hay momentos históricos en los que un alineamiento de fuerzas causa un cambio en el punto de vista humano. Ocurrió en el arte y la filosofía al comienzo del Siglo de la Luz. Ahora, en el siglo veinte, el modernismo nació rompiendo las viejas estructuras y veracidades. Una combustión espontánea ocurrió que incluía las obras de Einstein… y docenas de otros destructores de caminos que parecían romper las ataduras del pensamiento clásico. “ Einstein, su Vida y Universo, Walter Isaacson © 2007.
Este pensamiento del libro referido cubre muchos otros nombres que no aparecen en mi acotación y que también contribuyeron durante ese período. No existentes en la lista se hallan otros nombres más antiguos, Johannes Gutenberg, Segismundo Freud y Charles Darwin me vienen a la mente al igual que los inventores de las computadoras y el Internet. He dejado fuera a los nombres religiosos porque una lista, aunque significativa en un momento u otro, inclusive hoy día, sería muy incompleta y definitivamente ofensiva a los que no creen los credos mencionadas por parte de aquellos que creen en otra fe no citada. Unos, como Gutenberg, eran inventores de la máquina impresora, mientras otros abrieron nuevos mundos a la mente que jamás volvieron a cerrarse. Einstein con su Teoría General de la Relatividad, Freud con su sabiduría sicoanalítica, Darwin con su Selección Natural evolucionista.
A lo que me refiero ahora es a un nuevo momento alcanzado en nuestra historia contemporánea que se despliega y desarrolla frente a nuestros propios ojos y que somos incapaces de ver o nos negamos a reconocer. Estoy hablando del nuevo mundo de recursos energéticos en el que vivimos y que probablemente viviremos en el futuro próximo cercano y otro mucho más lejano: el paradigma está cambiando.
En mi artículo de hace dos semanas sobre las recientes decisiones de la Corte Suprema de los Estados Unidos relacionadas con la pena de muerte para los violadores de menores y también sobre la Segunda Enmienda a la Constitución que nos garantiza el derecho a portar armas, mencioné en tono humorístico que tal vez era hora ya que la Corte también declarara como inconstitucional los precios de la energía. Desde luego, una cosa es declararlos abusivos y tal vez obnoxios, pero ser capaces de arrestarlos es otra cosa completamente distinta. Echemos una mirada a la situación corriente y tratemos de ver hacia donde nos está empujando.
Comenzaré con una fórmula matemática breve y simple. Cada fórmula algebraica consiste de dos elementos que deben balancear el uno con el otro: x = y. Cuando el valor de la izquierda (x) es igual al valor de la derecha (y) entonces tenemos un balance. Tenemos dos lados en la fórmula corriente de la energía económica que debemos considerar que tienen diferentes expresiones y que también deben satisfacer esa condición de igualdad: suministro es igual (=) a la demanda. Si lo hacen, hay balance. Desafortunadamente esa fórmula no solo es muy difícil de conseguir en esta época sino que es imposible dominarse también. Es ahí que reside nuestro dilema.
Un mundo moviéndose como película de cámara lenta que dependía de la madera para calentarse y cocinar, animales domesticados para el transporte y el control de la velocidad de los vientos para cruzar los océanos dieron una gran acogida a los nuevos recursos que les sustituyeron. No solamente fue la nueva tecnología bien recibida, sino que garantizó que quienes habían dominado y controlado esos recursos triunfarían y prosperarían a una velocidad más rápida de lo que podíamos imaginarnos. La electricidad, el motor automovilístico, la aviación, para mencionar los más representativos, se convirtieron en símbolos de nuestra civilización.
Aquellos que podían usarlos florecieron, aquellos que no los usaban se marchitaron.
Y con el tiempo nos acostumbramos a la idea de quién estaba al frente, nosotros, y quien estaba atrás, ellos. La formula fue, por largo tiempo, una en la que el suministro no era igual ( ≠ ) al consumo pero en términos económicos lucia en realidad algo como esto: suministro > que el consumo. En otras palabras, el suministro era más grande (>) que los recursos que necesitábamos y demandábamos para consumir y sin los cuales no podíamos vivir. Los precios eran bajos.
Desafortunadamente para nosotros, el mundo no podía paralizarse eternamente para conformar con nuestros deseos egoístas. No era realista y, por encima de todo, no era justo. Las naciones subdesarrolladas que por muchos años habían estado en el lado de los suministros en la fórmula casi nos regalaban sus recursos mientras los devorábamos y considerábamos necesarios para nuestro estándar y razón de vidas Ellos se convirtieron en consumidores también y se nos unieron al lado de la demanda en la fórmula hasta que no había suficiente suministro para todos. La demanda para nosotros y para ellos, continuó creciendo. Y en ese instante alcanzamos una nueva fórmula que no ha abatido desde entonces y ha alcanzado masa crítica: Suministro < Demanda. En otras palabras, el suministro es menor (<) que la demanda. Así nos hallamos en el presente enfrentando a este nuevo paradigma y preguntándonos desesperados: ¿Adónde vamos ahora?
Yo sé adónde vamos, y el lugar al que nos dirigimos no luce remotamente similar al pasado de dónde venimos y, temo añadir, ni siquiera al presente que disfrutamos ahora. Como dice el refrán, se acabó la fiesta. Esto luce ahora en realidad como si fuera una piñata la que se ha acabado.
Esperen por mí y por mis artículos próximos sobre cómo va a lucir ese nuevo lugar y cómo vamos a llegar.
Y ese es mi punto de vista hoy.
Momentos que nos estremecen
Por Paul V. Montesino, PhD, MBA.
“Hay momentos históricos en los que un alineamiento de fuerzas causa un cambio en el punto de vista humano. Ocurrió en el arte y la filosofía al comienzo del Siglo de la Luz. Ahora, en el siglo veinte, el modernismo nació rompiendo las viejas estructuras y veracidades. Una combustión espontánea ocurrió que incluía las obras de Einstein… y docenas de otros destructores de caminos que parecían romper las ataduras del pensamiento clásico. “ Einstein, su Vida y Universo, Walter Isaacson © 2007.
Este pensamiento del libro referido cubre muchos otros nombres que no aparecen en mi acotación y que también contribuyeron durante ese período. No existentes en la lista se hallan otros nombres más antiguos, Johannes Gutenberg, Segismundo Freud y Charles Darwin me vienen a la mente al igual que los inventores de las computadoras y el Internet. He dejado fuera a los nombres religiosos porque una lista, aunque significativa en un momento u otro, inclusive hoy día, sería muy incompleta y definitivamente ofensiva a los que no creen los credos mencionadas por parte de aquellos que creen en otra fe no citada. Unos, como Gutenberg, eran inventores de la máquina impresora, mientras otros abrieron nuevos mundos a la mente que jamás volvieron a cerrarse. Einstein con su Teoría General de la Relatividad, Freud con su sabiduría sicoanalítica, Darwin con su Selección Natural evolucionista.
A lo que me refiero ahora es a un nuevo momento alcanzado en nuestra historia contemporánea que se despliega y desarrolla frente a nuestros propios ojos y que somos incapaces de ver o nos negamos a reconocer. Estoy hablando del nuevo mundo de recursos energéticos en el que vivimos y que probablemente viviremos en el futuro próximo cercano y otro mucho más lejano: el paradigma está cambiando.
En mi artículo de hace dos semanas sobre las recientes decisiones de la Corte Suprema de los Estados Unidos relacionadas con la pena de muerte para los violadores de menores y también sobre la Segunda Enmienda a la Constitución que nos garantiza el derecho a portar armas, mencioné en tono humorístico que tal vez era hora ya que la Corte también declarara como inconstitucional los precios de la energía. Desde luego, una cosa es declararlos abusivos y tal vez obnoxios, pero ser capaces de arrestarlos es otra cosa completamente distinta. Echemos una mirada a la situación corriente y tratemos de ver hacia donde nos está empujando.
Comenzaré con una fórmula matemática breve y simple. Cada fórmula algebraica consiste de dos elementos que deben balancear el uno con el otro: x = y. Cuando el valor de la izquierda (x) es igual al valor de la derecha (y) entonces tenemos un balance. Tenemos dos lados en la fórmula corriente de la energía económica que debemos considerar que tienen diferentes expresiones y que también deben satisfacer esa condición de igualdad: suministro es igual (=) a la demanda. Si lo hacen, hay balance. Desafortunadamente esa fórmula no solo es muy difícil de conseguir en esta época sino que es imposible dominarse también. Es ahí que reside nuestro dilema.
Un mundo moviéndose como película de cámara lenta que dependía de la madera para calentarse y cocinar, animales domesticados para el transporte y el control de la velocidad de los vientos para cruzar los océanos dieron una gran acogida a los nuevos recursos que les sustituyeron. No solamente fue la nueva tecnología bien recibida, sino que garantizó que quienes habían dominado y controlado esos recursos triunfarían y prosperarían a una velocidad más rápida de lo que podíamos imaginarnos. La electricidad, el motor automovilístico, la aviación, para mencionar los más representativos, se convirtieron en símbolos de nuestra civilización.
Aquellos que podían usarlos florecieron, aquellos que no los usaban se marchitaron.
Y con el tiempo nos acostumbramos a la idea de quién estaba al frente, nosotros, y quien estaba atrás, ellos. La formula fue, por largo tiempo, una en la que el suministro no era igual ( ≠ ) al consumo pero en términos económicos lucia en realidad algo como esto: suministro > que el consumo. En otras palabras, el suministro era más grande (>) que los recursos que necesitábamos y demandábamos para consumir y sin los cuales no podíamos vivir. Los precios eran bajos.
Desafortunadamente para nosotros, el mundo no podía paralizarse eternamente para conformar con nuestros deseos egoístas. No era realista y, por encima de todo, no era justo. Las naciones subdesarrolladas que por muchos años habían estado en el lado de los suministros en la fórmula casi nos regalaban sus recursos mientras los devorábamos y considerábamos necesarios para nuestro estándar y razón de vidas Ellos se convirtieron en consumidores también y se nos unieron al lado de la demanda en la fórmula hasta que no había suficiente suministro para todos. La demanda para nosotros y para ellos, continuó creciendo. Y en ese instante alcanzamos una nueva fórmula que no ha abatido desde entonces y ha alcanzado masa crítica: Suministro < Demanda. En otras palabras, el suministro es menor (<) que la demanda. Así nos hallamos en el presente enfrentando a este nuevo paradigma y preguntándonos desesperados: ¿Adónde vamos ahora?
Yo sé adónde vamos, y el lugar al que nos dirigimos no luce remotamente similar al pasado de dónde venimos y, temo añadir, ni siquiera al presente que disfrutamos ahora. Como dice el refrán, se acabó la fiesta. Esto luce ahora en realidad como si fuera una piñata la que se ha acabado.
Esperen por mí y por mis artículos próximos sobre cómo va a lucir ese nuevo lugar y cómo vamos a llegar.
Y ese es mi punto de vista hoy.
Leaving behind the jungle from whence we come.
A point of View
Leaving behind the jungle from whence we come.
By Paul V. Montesino, PhD, MBA.
In his Jungle Books, written in his native India in the late 1800s, 1894 to be exact, Rudyard Kipling opened the door to children’s fantasies with a classic description of living characters from the forest that still leads us to a world where animals have transcended their habitat to behave a little like us or, is it us who behave like them? We have seen time and again that the jungle itself possesses an attraction to our nomad past particularly in the multitude of scenes created by Hollywood. We would need a whole series of articles just to mention a few of those. But that is not why we are writing here today. That would be out of character for this column.
Recently, like fascinated millions from all over the world, I witnessed the interview on CNN’s Larry King with Ingrid Betancourt, the recently liberated hostage from Colombia who emerged miraculously from her long captivity. Her long term ordeal, her symbol to a country she was trying to make better and an impatient world that is tired of violence and hatred, needs no more description. Nor from me anyway. And neither is the whole episode when she was finally freed from her captors. I am sure that Hollywood is right now drooling for the rights to portray the woman’s life and her experiences, and writers all over the world will be salivating if not lining up to write her biography, perhaps even her innermost thoughts about life and death. It is no secret that she has witnessed much and survived all. But most of all she did it with human dignity.
We were impressed by her composure, her unadulterated faith in something bigger, her positive attitude even after so many desperate years living near a volcano of hate that almost swallowed her in its ferocity. And most of all, we were transformed by her vision of what life and living is all about. Prodded by Mr. King several times trying to elicit some of the most tawdry details of her seemingly endless incarceration, details that I am sure many rewarded by such descriptions of abuse, violation and other sicknesses are after, she refused to budge. Her answers, time and again were: “I have left the jungle behind and I would rather leave those things back in the jungle from where I came.” How profound, how virtuous, how insightful, how sincere.
With those words that Mr. King honored time and again after obviously asking, also time and again, the same type of question as though trying to get at different angles of the same material that make him one of the most skilled broadcasting interviewers of the famous and the notorious, she continuously refused to play “the jungle game.” We all know that it does not really matter how big your transgression is if you have the audacity and nerve to disclose or justify it on television, but whatever happened in the jungle she had left behind it was neither sin nor tawdriness and she was willing to own it without exposing it. “Not, in my jungle you don’t” she appeared to be saying.
Ms. Betancourt hit it right in the nail: would not life be better for all of us if we left behind those events that have been part of our own jungles? That was, in essence, a clear description of what basic human existence is all about. So I pose the question, what is our jungle, yours, mine? Where is it?
Our worse shameful moments in our private lives, our worse recorded expressions of human behavior in history are moments and expressions of that jungle whence we came from. The Catholic Church has it right when it offers its believers a key out of those sinful jungles through confession. It is a recognition of that past where the priest hears but does not dare to judge because he claims his God does not either, we judge ourselves. The jungle is not our invention; we are its creation. I am convinced that the original sin is that jungle, whether you call it so as a Christian or as a member of any other religious philosophy where forgiveness-as Ms. Betancourt proclaimed she experiences towards her captors-is part of their beliefs.
The jungle is the dark ages of the momentous breaking from our animal origins through the long evolutionary process that got us here. The jungle is the period from the instant we stood up in two legs thousands of years ago and reached out with our hands to eat and kill. We have moved into this so-called humanity as Ms. Betancourt reminded us so honestly and eloquently when she expressed her discontentment, her outrage, her amazement at the constant inhumanity of human to human. She was not complaining, she was not whining and she was not even condemning or even hating her captors for displaying that condition: she just stated the facts plain and simple. Here she was pointing at us and we, the pointed, had nothing to say in our defense. We couldn’t.
So my question to all of us, yes even to myself, is: where and what are the jungles whence we come from? Where is the jealousy, the indifference, the hate, the abuse, the unending wars, the neglect of the weak and the poor come from? Where is that jungle that this woman so valiantly has decided to leave behind not to return in her heart? Could we come to an understanding that we are not perfect, not better or holier than thou and that we all come from such jungle? Could we be liberated as well not by rescuers who come from without to lead us away but by the freeing forces that come from within? Could it be that the philosophy and example provided by this brave, fragile but powerful woman will serve us to take a next step in the evolutionary ladder to finally make us free? You know the old saying: The truth shall make you free. Let us look bravely at the truth and become emancipated.
And that is my Point of View Today.
Leaving behind the jungle from whence we come.
By Paul V. Montesino, PhD, MBA.
In his Jungle Books, written in his native India in the late 1800s, 1894 to be exact, Rudyard Kipling opened the door to children’s fantasies with a classic description of living characters from the forest that still leads us to a world where animals have transcended their habitat to behave a little like us or, is it us who behave like them? We have seen time and again that the jungle itself possesses an attraction to our nomad past particularly in the multitude of scenes created by Hollywood. We would need a whole series of articles just to mention a few of those. But that is not why we are writing here today. That would be out of character for this column.
Recently, like fascinated millions from all over the world, I witnessed the interview on CNN’s Larry King with Ingrid Betancourt, the recently liberated hostage from Colombia who emerged miraculously from her long captivity. Her long term ordeal, her symbol to a country she was trying to make better and an impatient world that is tired of violence and hatred, needs no more description. Nor from me anyway. And neither is the whole episode when she was finally freed from her captors. I am sure that Hollywood is right now drooling for the rights to portray the woman’s life and her experiences, and writers all over the world will be salivating if not lining up to write her biography, perhaps even her innermost thoughts about life and death. It is no secret that she has witnessed much and survived all. But most of all she did it with human dignity.
We were impressed by her composure, her unadulterated faith in something bigger, her positive attitude even after so many desperate years living near a volcano of hate that almost swallowed her in its ferocity. And most of all, we were transformed by her vision of what life and living is all about. Prodded by Mr. King several times trying to elicit some of the most tawdry details of her seemingly endless incarceration, details that I am sure many rewarded by such descriptions of abuse, violation and other sicknesses are after, she refused to budge. Her answers, time and again were: “I have left the jungle behind and I would rather leave those things back in the jungle from where I came.” How profound, how virtuous, how insightful, how sincere.
With those words that Mr. King honored time and again after obviously asking, also time and again, the same type of question as though trying to get at different angles of the same material that make him one of the most skilled broadcasting interviewers of the famous and the notorious, she continuously refused to play “the jungle game.” We all know that it does not really matter how big your transgression is if you have the audacity and nerve to disclose or justify it on television, but whatever happened in the jungle she had left behind it was neither sin nor tawdriness and she was willing to own it without exposing it. “Not, in my jungle you don’t” she appeared to be saying.
Ms. Betancourt hit it right in the nail: would not life be better for all of us if we left behind those events that have been part of our own jungles? That was, in essence, a clear description of what basic human existence is all about. So I pose the question, what is our jungle, yours, mine? Where is it?
Our worse shameful moments in our private lives, our worse recorded expressions of human behavior in history are moments and expressions of that jungle whence we came from. The Catholic Church has it right when it offers its believers a key out of those sinful jungles through confession. It is a recognition of that past where the priest hears but does not dare to judge because he claims his God does not either, we judge ourselves. The jungle is not our invention; we are its creation. I am convinced that the original sin is that jungle, whether you call it so as a Christian or as a member of any other religious philosophy where forgiveness-as Ms. Betancourt proclaimed she experiences towards her captors-is part of their beliefs.
The jungle is the dark ages of the momentous breaking from our animal origins through the long evolutionary process that got us here. The jungle is the period from the instant we stood up in two legs thousands of years ago and reached out with our hands to eat and kill. We have moved into this so-called humanity as Ms. Betancourt reminded us so honestly and eloquently when she expressed her discontentment, her outrage, her amazement at the constant inhumanity of human to human. She was not complaining, she was not whining and she was not even condemning or even hating her captors for displaying that condition: she just stated the facts plain and simple. Here she was pointing at us and we, the pointed, had nothing to say in our defense. We couldn’t.
So my question to all of us, yes even to myself, is: where and what are the jungles whence we come from? Where is the jealousy, the indifference, the hate, the abuse, the unending wars, the neglect of the weak and the poor come from? Where is that jungle that this woman so valiantly has decided to leave behind not to return in her heart? Could we come to an understanding that we are not perfect, not better or holier than thou and that we all come from such jungle? Could we be liberated as well not by rescuers who come from without to lead us away but by the freeing forces that come from within? Could it be that the philosophy and example provided by this brave, fragile but powerful woman will serve us to take a next step in the evolutionary ladder to finally make us free? You know the old saying: The truth shall make you free. Let us look bravely at the truth and become emancipated.
And that is my Point of View Today.
Dejando atrás a la jungla de la que venimos.
Un Punto de Vista
Dejando atrás a la jungla de la que venimos.
Por Paul V. Montesino, PhD, MBA.
En los Libros de la Jungla, escrito en su India nativa en los años 1800, 1894 para ser exacto, Rudyard Kipling abrió las puertas de las fantasías infantiles con una descripción clásica de caracteres vivientes de la selva que todavía nos conducen a un mundo donde los animales trascienden su hogar natural para convertirse en algo similar a nosotros o, tal vez, de manera opuesta, en la que nosotros somos los que nos transformamos en ellos. Hemos visto una y otra vez que la jungla de por sí posee una atracción a nuestro pasado nómada particularmente en la multitud de escenas creadas en Hollywood. Nosotros necesitaríamos una serie completa de artículos nada más que para mencionar algunos de ellos. Pero eso no es por lo que estamos escribiendo hoy aquí. Estaríamos fuera de carácter para esta columna.
Recientemente, al igual que millones fascinados en todas partes del mundo, fui testigo de la entrevista de Larry King en CNN a Ingrid Betancourt, la recientemente liberada rehén colombiana que emergió milagrosamente de su larga cautividad. Su larga ordalía, el simbolismo para su país al que estaba tratando de hacer mejor y un mundo impaciente que está cansado de violencia y odio no necesitan más descripción. No de mi parte en cualquier forma. Y tampoco lo es el episodio completo cuando fue liberada finalmente de sus captores. Estoy seguro que a Hollywood en estos momentos se le cae la baba por los derechos de filmar la vida de esa mujer y los escritores de muchas partes del mundo están salivando si no haciendo cola para escribir su biografía, tal vez sus pensamientos más íntimos sobre vida y muerte. No es secreto que ella ha sido testigo de mucho y lo ha sobrevivido todo. Pero, y esto es lo más significativo, lo hizo con dignidad.
Estuvimos impresionados con su compostura, su fe inalterable en algo mayor, su actitud positiva después de tantos años desesperados viviendo cerca de un volcán de odio que casi se la tragó en su ferocidad. Y por encima de todo, fuimos transformados por su visión de lo que la vida y el vivir son. Estimulada por King varias veces para que describiera algunos de los detalles menos elegantes y mas sensacionalistas de su encarcelamiento sin fin, detalles que estoy seguro habrían recompensado a quienes se dan gusto con esas descripciones de abuso, violación y otras acciones enfermas, ella se negó a bullirse o agitarse. Sus respuestas, una y otra vez fueron: “Yo he dejado la jungla atrás y prefiero dejar esas cosas en la jungla de donde vine.” ¡Qué profundo, qué virtuoso, qué agudo, qué sincero!
Con esas palabras que el señor King honró repetidamente después de hacer el mismo tipo de pregunta como si tratara de expresarlas para llegar a ella y sus experiencias a través de diferentes ángulos del mismo material que lo hacen uno de los entrevistadores de famosos y notorios más capacitados de la prensa, Betancourt continuó rechazando participar en el juego sórdido de la jungla. Sabemos que no importa lo grande que sea su transgresión si usted tiene la audacia y el nervio de confesar su ofensa o justificarla en televisión, pero es claro que lo que pueda haber ocurrido en la jungla a la señora Betancourt ni fue pecado ni sensacionalismo y ella estaba dispuesta a aceptarlo sin describirlo. “No, en mi jungla no,” parecía decir.
Ingrid Betancourt bateó un home ron en CNN: ¿Es posible que la vida sería mejor para todos nosotros si dejáramos atrás esos eventos que han sido parte de nuestras propias junglas? Esa fue, esencialmente, una descripción muy clara de lo que la existencia humana se trata. Es entonces que me pregunto, ¿cuál es nuestra jungla, la suya, la mía? ¿Y, donde está?
Los momentos más vergonzosos de nuestras vidas privadas, nuestras peores expresiones públicas de comportamiento humano en el record histórico son momentos y expresiones de esa jungla de la que emanamos. La Iglesia Católica está muy lúcida cuando ofrece a sus creyentes la llave para abrir las puertas de salida de esa jungla a través de la confesión. Es un reconocimiento de ese pasado en el que el sacerdote oye pero no se atreve a juzgar porque aduce que Dios no lo hace tampoco; nosotros mismos nos enjuiciamos. La jungla no es nuestra invención; nosotros somos su creación. Yo estoy convencido que el llamado pecado original es esa jungla, llámelo usted así como Cristiano o como miembro de cualquier otra filosofía religiosa donde el perdón-como la señora Betancourt ha dicho profesar por sus captores-es parte de su creencia.
La jungla es la edad del oscurantismo del trascendental instante cuando nos liberamos de nuestro origen animal a través del largo proceso evolucionista que nos ha traído al presente. La jungla es ese período que comenzó desde el instante en que nos alzamos en dos pies miles de años atrás y estiramos nuestras manos para comer y matar. Hemos arribado a esta llamada “humanidad” que la señora Betancourt nos recordó tan honesta y elocuentemente cuando expresó su descontento, su indignación, su asombro a la inhumanidad constante de unos humanos a otros. Ella no se estaba quejando, no estaba gimiendo y no estaba siquiera culpando u odiando a sus captores por exhibir esa condición: solo estaba simplemente exponiendo los hechos. Con ello nos estaba señalando y nosotros, los aludidos, no teníamos que decir como respuesta. No podíamos.
Mi pregunta una vez más, sí, dirigida a mi también, es: ¿Dónde y que son las junglas de las que hemos venido? ¿De dónde vienen la envidia, la indiferencia, el odio, el abuso, las guerras sin fin, el abandono de los débiles y los pobres? ¿Dónde está esa jungla que esta mujer ha decidido dejar atrás tan valientemente para nunca volver a visitar en su corazón? ¿Sería posible arribar a un acuerdo de que no somos perfectos, mejores o más papista que el papa con otros y que todos hemos venido de esa jungla? ¿Podríamos ser liberados de la misma manera no por salvadores que vienen de fuera para guiarnos sino por las fuerzas libertadoras que vienen de nosotros mismos? ¿Es posible que la filosofía y muestras expresadas por esta brava, frágil pero vigorosa mujer servirá para sugerir el sendero próximo que tomar en la escala evolucionista y finalmente liberarnos? Usted conoce el viejo refrán: La verdad te hará libre. Miremos a esa verdad bravamente para emanciparnos.
Y ese es mi punto de vista hoy.
Dejando atrás a la jungla de la que venimos.
Por Paul V. Montesino, PhD, MBA.
En los Libros de la Jungla, escrito en su India nativa en los años 1800, 1894 para ser exacto, Rudyard Kipling abrió las puertas de las fantasías infantiles con una descripción clásica de caracteres vivientes de la selva que todavía nos conducen a un mundo donde los animales trascienden su hogar natural para convertirse en algo similar a nosotros o, tal vez, de manera opuesta, en la que nosotros somos los que nos transformamos en ellos. Hemos visto una y otra vez que la jungla de por sí posee una atracción a nuestro pasado nómada particularmente en la multitud de escenas creadas en Hollywood. Nosotros necesitaríamos una serie completa de artículos nada más que para mencionar algunos de ellos. Pero eso no es por lo que estamos escribiendo hoy aquí. Estaríamos fuera de carácter para esta columna.
Recientemente, al igual que millones fascinados en todas partes del mundo, fui testigo de la entrevista de Larry King en CNN a Ingrid Betancourt, la recientemente liberada rehén colombiana que emergió milagrosamente de su larga cautividad. Su larga ordalía, el simbolismo para su país al que estaba tratando de hacer mejor y un mundo impaciente que está cansado de violencia y odio no necesitan más descripción. No de mi parte en cualquier forma. Y tampoco lo es el episodio completo cuando fue liberada finalmente de sus captores. Estoy seguro que a Hollywood en estos momentos se le cae la baba por los derechos de filmar la vida de esa mujer y los escritores de muchas partes del mundo están salivando si no haciendo cola para escribir su biografía, tal vez sus pensamientos más íntimos sobre vida y muerte. No es secreto que ella ha sido testigo de mucho y lo ha sobrevivido todo. Pero, y esto es lo más significativo, lo hizo con dignidad.
Estuvimos impresionados con su compostura, su fe inalterable en algo mayor, su actitud positiva después de tantos años desesperados viviendo cerca de un volcán de odio que casi se la tragó en su ferocidad. Y por encima de todo, fuimos transformados por su visión de lo que la vida y el vivir son. Estimulada por King varias veces para que describiera algunos de los detalles menos elegantes y mas sensacionalistas de su encarcelamiento sin fin, detalles que estoy seguro habrían recompensado a quienes se dan gusto con esas descripciones de abuso, violación y otras acciones enfermas, ella se negó a bullirse o agitarse. Sus respuestas, una y otra vez fueron: “Yo he dejado la jungla atrás y prefiero dejar esas cosas en la jungla de donde vine.” ¡Qué profundo, qué virtuoso, qué agudo, qué sincero!
Con esas palabras que el señor King honró repetidamente después de hacer el mismo tipo de pregunta como si tratara de expresarlas para llegar a ella y sus experiencias a través de diferentes ángulos del mismo material que lo hacen uno de los entrevistadores de famosos y notorios más capacitados de la prensa, Betancourt continuó rechazando participar en el juego sórdido de la jungla. Sabemos que no importa lo grande que sea su transgresión si usted tiene la audacia y el nervio de confesar su ofensa o justificarla en televisión, pero es claro que lo que pueda haber ocurrido en la jungla a la señora Betancourt ni fue pecado ni sensacionalismo y ella estaba dispuesta a aceptarlo sin describirlo. “No, en mi jungla no,” parecía decir.
Ingrid Betancourt bateó un home ron en CNN: ¿Es posible que la vida sería mejor para todos nosotros si dejáramos atrás esos eventos que han sido parte de nuestras propias junglas? Esa fue, esencialmente, una descripción muy clara de lo que la existencia humana se trata. Es entonces que me pregunto, ¿cuál es nuestra jungla, la suya, la mía? ¿Y, donde está?
Los momentos más vergonzosos de nuestras vidas privadas, nuestras peores expresiones públicas de comportamiento humano en el record histórico son momentos y expresiones de esa jungla de la que emanamos. La Iglesia Católica está muy lúcida cuando ofrece a sus creyentes la llave para abrir las puertas de salida de esa jungla a través de la confesión. Es un reconocimiento de ese pasado en el que el sacerdote oye pero no se atreve a juzgar porque aduce que Dios no lo hace tampoco; nosotros mismos nos enjuiciamos. La jungla no es nuestra invención; nosotros somos su creación. Yo estoy convencido que el llamado pecado original es esa jungla, llámelo usted así como Cristiano o como miembro de cualquier otra filosofía religiosa donde el perdón-como la señora Betancourt ha dicho profesar por sus captores-es parte de su creencia.
La jungla es la edad del oscurantismo del trascendental instante cuando nos liberamos de nuestro origen animal a través del largo proceso evolucionista que nos ha traído al presente. La jungla es ese período que comenzó desde el instante en que nos alzamos en dos pies miles de años atrás y estiramos nuestras manos para comer y matar. Hemos arribado a esta llamada “humanidad” que la señora Betancourt nos recordó tan honesta y elocuentemente cuando expresó su descontento, su indignación, su asombro a la inhumanidad constante de unos humanos a otros. Ella no se estaba quejando, no estaba gimiendo y no estaba siquiera culpando u odiando a sus captores por exhibir esa condición: solo estaba simplemente exponiendo los hechos. Con ello nos estaba señalando y nosotros, los aludidos, no teníamos que decir como respuesta. No podíamos.
Mi pregunta una vez más, sí, dirigida a mi también, es: ¿Dónde y que son las junglas de las que hemos venido? ¿De dónde vienen la envidia, la indiferencia, el odio, el abuso, las guerras sin fin, el abandono de los débiles y los pobres? ¿Dónde está esa jungla que esta mujer ha decidido dejar atrás tan valientemente para nunca volver a visitar en su corazón? ¿Sería posible arribar a un acuerdo de que no somos perfectos, mejores o más papista que el papa con otros y que todos hemos venido de esa jungla? ¿Podríamos ser liberados de la misma manera no por salvadores que vienen de fuera para guiarnos sino por las fuerzas libertadoras que vienen de nosotros mismos? ¿Es posible que la filosofía y muestras expresadas por esta brava, frágil pero vigorosa mujer servirá para sugerir el sendero próximo que tomar en la escala evolucionista y finalmente liberarnos? Usted conoce el viejo refrán: La verdad te hará libre. Miremos a esa verdad bravamente para emanciparnos.
Y ese es mi punto de vista hoy.
“A thousand dollar nightmare Revisited.”
It was dark and cold. The lights on the closest lampposts were dim, almost dead; walking on the empty sidewalks full of cracks was hard, almost impossible.
The man, black hat on down to his ear lobes, a lit cigarette in his shaking hand, an old trench coat that was probably a couple of sizes too large for him, kept walking. He then saw her. His heart beat faster. The moment he had been waiting for had finally arrived. He sighed. She, on the other side, did not.
“Well, do you want it?” she asked almost without care and concern.
“Do you have it?” he said.
“I certainly do”, she answered, smiling coyly.
“Can I see it?”
“Do you doubt my word?” She responded a bit annoyed.
“No, no, I don’t doubt your word, but I have to see it first. It is too expensive and I usually don’t have that kind of money for this sort of thing.”
She hesitated and looked at him with suspicion. “Follow me,” she answered. Then they both walked to the opposite sidewalk.
“Be careful,” she warned in a low voice. “You never know when a cop is going to see you and catch you. If one stops us, you and I don’t know each other. You are just asking for directions, OK?”
“Good enough.” He took another puff of smoke in his lungs.
They walked, more briskly now, towards a run down house without lights that was in the middle of the block and was surrounded by a tall old wooden fence and some shrubbery. She opened the fence gate and signaled him to come in, not without first making sure no one saw them. He followed eagerly.
“How good is it?” he asked with anxiety.
“Good enough… what do you think? It is regular quality.”
“Regular?”
“Yes; and expensive.”
“How expensive?”
“A thousand dollars.”
“ What? A thousand dollars for a gallon of regular gas? Are you crazy?”
“Yes, a thousand dollars; and that Rolex watch in your wrist also. The money has to be split with my gas dealer, but the watch is for my boyfriend….”
A Point of View
“A thousand dollar nightmare Revisited.”
By Paul V. Montesino, PhD.
Now, if you think the above dialogue-it was not about what you expected, was it?-is fiction, think again. All you have to do is take a look at what is going on in the world today and realize that the possibility that we are going to go through real pain just to buy a gallon of gasoline to get a few more miles from our inefficient family car is not only possible but highly probable as well. The events we have been witnessing for the past few months are evidence that support our point of view. When we first published this article in February of 2006 many folks thought it was fiction. Now the fiction is becoming more real and it is you and I who could become fictional. The price of barrel of oil was less than fifty percent of what is today, $60 in February of 2006. And we thought it was bad. Now it is $135. And gasoline prices at $2.24 back then is over $4 now and nowhere to go but up.
Go to any supermarket or mall parking lot these days-we said then-and you find yourself surrounded by SUVs that not only block your view when you try to squeeze out of your parking space, but waste more gasoline than is needed to get from here to there, or return. But, of course, not always it is a SUV that does it. In other cases it is a truck driven by someone who probably could walk as well instead. But that is what we saw then. Recently Ford Motor Company announced a drastic reduction in SUV and truck production to accommodate for the sudden loss in consumer interest for those gas behemoths. SUVs and recreational trucks are going in the direction of “Ford Model’s T,” becoming dinosaurs.
But the evidence goes beyond car sizes on the parking lots or the crowded highways. Look at the daily news all over the world and our own nation and you will see how oil is seeping into every part of our lives in one way or the other. It is happening slowly, but surely. Governments that control the oil spigot are behind accusations and demonstrations about our way of life or our political or economic system on a daily basis. Whether it is Iran with its threat of nuclear expansion and its outrageous interpretation of history; Venezuela selling cheaper oil to poor inner city Americans directly and skipping our elected governmental institutions but meddling on other folks’ affairs or Middle Eastern governments manipulating the masses to arise and react against a small newspaper nobody ever knew before for publishing a senseless cartoon, oil is the new power broker.
And the high energy prices become part of almost anything we consume, things that we use or services we receive. Some airlines are now replacing First and Business class sections by charging for thirteen inches extra between some seats in coach or for the luggage we need to carry. Would flying naked be cheaper in the future? And whether it is the price of bread or milk and anything else we eat or drink, the reality is that all of those products require the use of transportation to be delivered to your friendly store and yes, transportation, needs fuel as well.
You know we are in real trouble when the Vice President of the United States goes once to the Middle East and the President twice to beg our Arab oil suppliers for a break in production.“We are hooked on oil,” the president insists. It has become his number one mantra. The second, of course, is winning in Iraq. What a shame! And it gets worse. No one has any idea what the three presidential contenders will do to solve the problem. Perhaps when they stop flying so much from one primary contest to the other the demand and the prices will come down.
We are arguing about preachers of the left or the right who will always preach any sermon they want whenever they want. Did I hear someone by the name of Thomas Jefferson say that there has to be a separation between Church and State? And we hear discrepancies of opinion about misguided foreign policies that don’t work today and will not work tomorrow either unless we change them in content and context, both of which we have no idea what they are going to be when they are changed. In other ways, we are navigating blind in a car that costs us more and more to drive.
Is it possible that I will have to revisit this nightmarish story in another two years to reflect on still another doubling of energy prices? Well, who knows. I remember when we made political, economic and cultural jokes about the Chinese communist masses use of bicycles for their normal transportation needs or lack of modern energy resources in their factories. Today China, as well as India, is becoming one of the greatest users of energy in the world and is one of the main reasons for the spike in oil prices. I suppose the joke is on us now. We dared them to imitate our economic system and they took the challenge word for word. One should be careful about what ones wishes for; it could become reality.
But who cares? I am out of here riding my old bike. “See folks, no hands!” It is only my point of view today.
The man, black hat on down to his ear lobes, a lit cigarette in his shaking hand, an old trench coat that was probably a couple of sizes too large for him, kept walking. He then saw her. His heart beat faster. The moment he had been waiting for had finally arrived. He sighed. She, on the other side, did not.
“Well, do you want it?” she asked almost without care and concern.
“Do you have it?” he said.
“I certainly do”, she answered, smiling coyly.
“Can I see it?”
“Do you doubt my word?” She responded a bit annoyed.
“No, no, I don’t doubt your word, but I have to see it first. It is too expensive and I usually don’t have that kind of money for this sort of thing.”
She hesitated and looked at him with suspicion. “Follow me,” she answered. Then they both walked to the opposite sidewalk.
“Be careful,” she warned in a low voice. “You never know when a cop is going to see you and catch you. If one stops us, you and I don’t know each other. You are just asking for directions, OK?”
“Good enough.” He took another puff of smoke in his lungs.
They walked, more briskly now, towards a run down house without lights that was in the middle of the block and was surrounded by a tall old wooden fence and some shrubbery. She opened the fence gate and signaled him to come in, not without first making sure no one saw them. He followed eagerly.
“How good is it?” he asked with anxiety.
“Good enough… what do you think? It is regular quality.”
“Regular?”
“Yes; and expensive.”
“How expensive?”
“A thousand dollars.”
“ What? A thousand dollars for a gallon of regular gas? Are you crazy?”
“Yes, a thousand dollars; and that Rolex watch in your wrist also. The money has to be split with my gas dealer, but the watch is for my boyfriend….”
A Point of View
“A thousand dollar nightmare Revisited.”
By Paul V. Montesino, PhD.
Now, if you think the above dialogue-it was not about what you expected, was it?-is fiction, think again. All you have to do is take a look at what is going on in the world today and realize that the possibility that we are going to go through real pain just to buy a gallon of gasoline to get a few more miles from our inefficient family car is not only possible but highly probable as well. The events we have been witnessing for the past few months are evidence that support our point of view. When we first published this article in February of 2006 many folks thought it was fiction. Now the fiction is becoming more real and it is you and I who could become fictional. The price of barrel of oil was less than fifty percent of what is today, $60 in February of 2006. And we thought it was bad. Now it is $135. And gasoline prices at $2.24 back then is over $4 now and nowhere to go but up.
Go to any supermarket or mall parking lot these days-we said then-and you find yourself surrounded by SUVs that not only block your view when you try to squeeze out of your parking space, but waste more gasoline than is needed to get from here to there, or return. But, of course, not always it is a SUV that does it. In other cases it is a truck driven by someone who probably could walk as well instead. But that is what we saw then. Recently Ford Motor Company announced a drastic reduction in SUV and truck production to accommodate for the sudden loss in consumer interest for those gas behemoths. SUVs and recreational trucks are going in the direction of “Ford Model’s T,” becoming dinosaurs.
But the evidence goes beyond car sizes on the parking lots or the crowded highways. Look at the daily news all over the world and our own nation and you will see how oil is seeping into every part of our lives in one way or the other. It is happening slowly, but surely. Governments that control the oil spigot are behind accusations and demonstrations about our way of life or our political or economic system on a daily basis. Whether it is Iran with its threat of nuclear expansion and its outrageous interpretation of history; Venezuela selling cheaper oil to poor inner city Americans directly and skipping our elected governmental institutions but meddling on other folks’ affairs or Middle Eastern governments manipulating the masses to arise and react against a small newspaper nobody ever knew before for publishing a senseless cartoon, oil is the new power broker.
And the high energy prices become part of almost anything we consume, things that we use or services we receive. Some airlines are now replacing First and Business class sections by charging for thirteen inches extra between some seats in coach or for the luggage we need to carry. Would flying naked be cheaper in the future? And whether it is the price of bread or milk and anything else we eat or drink, the reality is that all of those products require the use of transportation to be delivered to your friendly store and yes, transportation, needs fuel as well.
You know we are in real trouble when the Vice President of the United States goes once to the Middle East and the President twice to beg our Arab oil suppliers for a break in production.“We are hooked on oil,” the president insists. It has become his number one mantra. The second, of course, is winning in Iraq. What a shame! And it gets worse. No one has any idea what the three presidential contenders will do to solve the problem. Perhaps when they stop flying so much from one primary contest to the other the demand and the prices will come down.
We are arguing about preachers of the left or the right who will always preach any sermon they want whenever they want. Did I hear someone by the name of Thomas Jefferson say that there has to be a separation between Church and State? And we hear discrepancies of opinion about misguided foreign policies that don’t work today and will not work tomorrow either unless we change them in content and context, both of which we have no idea what they are going to be when they are changed. In other ways, we are navigating blind in a car that costs us more and more to drive.
Is it possible that I will have to revisit this nightmarish story in another two years to reflect on still another doubling of energy prices? Well, who knows. I remember when we made political, economic and cultural jokes about the Chinese communist masses use of bicycles for their normal transportation needs or lack of modern energy resources in their factories. Today China, as well as India, is becoming one of the greatest users of energy in the world and is one of the main reasons for the spike in oil prices. I suppose the joke is on us now. We dared them to imitate our economic system and they took the challenge word for word. One should be careful about what ones wishes for; it could become reality.
But who cares? I am out of here riding my old bike. “See folks, no hands!” It is only my point of view today.
“Revisitando la pesadilla de mil dólares.”
Hacía frío y estaba oscuro. Las luces de los postes reducidas, casi muertas; caminar en las aceras vacías llenas de baches y huecos era difícil. El hombre, con sombrero negro que casi le cubría las orejas, un cigarrillo encendido en su mano temblorosa, una vieja capa de lluvia que era posiblemente dos números de tamaño mas largo para él, siguió caminando.
“Bueno, ¿lo quieres?” preguntó ella sin mucho interés aparente.
“¿Lo tienes?” dijo él.
“Claro que sí,” contestó ella sonriendo coquetamente.
“¿Puedo verlo?”
“¿Dudas de mi palabra?” Contestó ella un poco molesta.
“No, no, yo no dudo de tu palabra, pero tengo que verlo primero. Es demasiado caro y yo no tengo usualmente esa cantidad tan elevada de dinero conmigo para estas cosas.”
Ella dudó y lo miró con sospecha. “Sígueme,” contestó. Entonces ambos comenzaron a caminar hacia la acera opuesta.
“Ten mucho cuidado,” advirtió ella en voz baja. “Tú nunca sabes cuando un policía te va a ver. Si uno nos para, tú y yo no nos conocemos. Tú estabas solamente preguntando por direcciones, ¿Está bien?”
“Perfectamente,” dijo él inhalando otra humareda irritable en sus pulmones.
Ambos caminaron entonces con más prisa hacia una casa sin luces situada en medio de la cuadra que estaba rodeada por una cerca alta vieja de madera y algunos arbustos. Ella abrió la puerta de la cerca y le hizo señas con una mano para que la siguiera, no sin antes haberse asegurado que nadie los había visto. Él la siguió excitado.
“¿Es bueno?” preguntó el hombre con ansiedad.
“Lo suficientemente bueno… ¿Que tú te crees?”
“¿Regular?”
“Sí; y muy caro.”
“¿Que caro?”
“Mil dólares.”
“¿Cómo? ¿Mil dólares por un galón de gasolina regular? ¿Tu estás loca?”
“Sí, mil dólares; y ese reloj de pulsera Rolex que tienes en la muñeca. El dinero tiene que ser dividido con mi distribuidor de gasolina; el reloj es para mi novio.”
Un Punto de Vista
“Revisitando la pesadilla de mil dólares.”
Por Paul V. Montesino, PhD.
Ahora bien, si usted piensa que el diálogo que aparece arriba-no era lo que usted creía, ¿no es verdad?-es ficción, piense de nuevo. Lo único que usted tiene que hacer es echar una mirada a lo que está ocurriendo en el mundo hoy día y se dará cuenta que la posibilidad de que pasemos mucha penas y dolores para comprar un galón de gasolina para poder extraer algunas millas adicionales de nuestro ineficiente auto familiar, no es solo posible sino muy probable también. Los eventos de los que hemos sido testigos durante los últimos años son evidencia que soporta nuestro punto de vista.
Cuando nosotros publicamos este artículo en Febrero del 2006 mucha gente se creyó que era ficción. Ahora la ficción se hace mas realidad y somos usted y yo lo que nos hacemos ficticios. El precio del barril de aceite era entonces menos del cincuenta por ciento de lo que es hoy día, $60 en Febrero del 2006. Y creíamos entonces que era malo. Ahora es $135. Y el precio de la gasolina a $2.24 entonces es más de $4 en el presente y sigue subiendo.
Váyase usted a cualquier parqueo de una tienda de comestibles o un centro comercial en estos días-dijimos entonces-y usted se verá rodeado por Vehículos de Utilidad Deportiva (SUV) que no solamente le bloquean la vista cuando usted trata de salir de su espacio de estacionamiento, sino que desperdicia mas gasolina de la que necesita para llegar de aquí a allá y regresar. Pero, desde luego, no siempre es un SUV el que lo hace. Otras veces es un chofer de camión manejado por alguien que posiblemente podía caminar. Pero eso es lo que veíamos entonces. Recientemente la compañía Ford anunció una reducción drástica en la producción de SUVs y camiones para acomodar la pérdida de interés repentina de los consumidores por esos gigantes consumidores de gasolina. El SUV y los camiones de recreación se dirigen hacia la misma dirección del histórico “Modelo T” de la Ford convirtiéndose en dinosauros.
Pero la evidencia va más allá de los tamaños de los autos en los parqueos de estacionamiento o la congestión de carreteras. Miremos a las noticias diarias que vienen de todas partes del mundo o de nuestra propia nación y ustedes verán al petróleo impactando toda parte de nuestras vidas de una manera u otra. Está sucediendo lenta pero seguramente. Los gobiernos que controlan las canillas de aceite están detrás de acusaciones y demostraciones diarias sobre nuestro estilo de vida o nuestro sistema político y económico. Sea Irán con sus amenazas de expansión nuclear y su ofensiva interpretación sobre la historia; Venezuela vendiendo aceite barato directamente a los pobres de nuestras ciudades sobrepasando a nuestras instituciones elegidas pero metiéndose en los asuntos internos de otros países vecinos; o gobiernos del Medio Oriente que manipulan a las masas para que se alcen y reaccionen contra un pequeño periódico que nadie conocía antes de publicar un insensato cartón, el aceite es el nuevo intermediario del poder.
Y el elevado precio de la energía se convierte en parte intrínseca de todo lo que consumimos, cosas que usamos o servicios que recibimos. Algunas aerolíneas de aviación están sustituyendo las secciones de Primera Clase y Negocios por asientos de coche en los que cobran $15 extra por unas trece pulgadas mas de espacio entre ellos o por cada una de las maletas que necesitamos llevar en nuestro viaje. ¿Será posible volar mas barato en el futuro si lo hacemos desnudos? Sea el precio del pan o la leche y todo lo demás que comemos o tomamos, la realidad es que todos esos productos requieren el uso del transporte para ser suministradas a su bodega y, desde luego, el transporte requiere gasolina.
Usted sabe que estamos confrontando un problema de verdad cuando el Vice Presidente de los Estados Unidos va una vez al Medio Oriente y el Presidente dos veces para mendigar a nuestros suministradores Árabes para que nos den un alivio en el suministro del petróleo. “Estamos enviciados con el petróleo,” dice el presidente. Eso se ha convertido en su mantra número una. La segunda, desde luego, es ganar en Iraq. ¡Que pena! Y la situación se empeora. Nadie tiene idea alguna de lo que los tres contendientes presidenciales harán para resolver este problema. Tal vez cuando dejen de volar tanto en avión de una primaria a otra la demanda y los precios se reducirán.
Estamos discutiendo sobre lo que dicen los pastores de la derecha o de la izquierda en sus iglesias aunque sabemos que los pastores predican lo que quieren cuando lo quieran. ¿Quien fue un tal Thomas Jefferson que dijo que la Iglesia y el Estado debían estar separados? O discutimos también sobre políticas extranjeras que no trabajan hoy y no trabajarán mañana al menos que cambiemos no solo su contenido sino su contexto también. En otras palabras, estamos navegando ciegos en un carro que nos cuesta más y más manejar.
¿Es acaso posible que tengamos que volver a visitar esta pesadilla histórica dentro de dos años para reflexionar sobre otro aumento doble en el precio de la energía? Bueno, ¿quien sabe? Yo recuerdo cuando hacíamos bromas políticas, económicas y culturales sobre las masas comunistas chinas porque usaban nada más que bicicletas en sus medios de transporte o porque carecían de recursos modernos en sus factorías. Hoy día China, al igual que la India, se está convirtiendo en una de las más grandes consumidoras de energía en el mundo y es una de las razones principales por el aumento del precio del petróleo. Me imagino que la broma es sobre nosotros ahora. Los retamos para que imitaran nuestro sistema económico y aceptaron la competencia palabra por palabra. Uno tiene que tener cuidado con lo que desea; puede convertirse en realidad.
Pero bueno, ¿a quien le importa? Yo me voy de aquí en mi vieja bicicleta: “!Miren amigos; sin manos!” Es solamente mi punto de vista hoy.
“Bueno, ¿lo quieres?” preguntó ella sin mucho interés aparente.
“¿Lo tienes?” dijo él.
“Claro que sí,” contestó ella sonriendo coquetamente.
“¿Puedo verlo?”
“¿Dudas de mi palabra?” Contestó ella un poco molesta.
“No, no, yo no dudo de tu palabra, pero tengo que verlo primero. Es demasiado caro y yo no tengo usualmente esa cantidad tan elevada de dinero conmigo para estas cosas.”
Ella dudó y lo miró con sospecha. “Sígueme,” contestó. Entonces ambos comenzaron a caminar hacia la acera opuesta.
“Ten mucho cuidado,” advirtió ella en voz baja. “Tú nunca sabes cuando un policía te va a ver. Si uno nos para, tú y yo no nos conocemos. Tú estabas solamente preguntando por direcciones, ¿Está bien?”
“Perfectamente,” dijo él inhalando otra humareda irritable en sus pulmones.
Ambos caminaron entonces con más prisa hacia una casa sin luces situada en medio de la cuadra que estaba rodeada por una cerca alta vieja de madera y algunos arbustos. Ella abrió la puerta de la cerca y le hizo señas con una mano para que la siguiera, no sin antes haberse asegurado que nadie los había visto. Él la siguió excitado.
“¿Es bueno?” preguntó el hombre con ansiedad.
“Lo suficientemente bueno… ¿Que tú te crees?”
“¿Regular?”
“Sí; y muy caro.”
“¿Que caro?”
“Mil dólares.”
“¿Cómo? ¿Mil dólares por un galón de gasolina regular? ¿Tu estás loca?”
“Sí, mil dólares; y ese reloj de pulsera Rolex que tienes en la muñeca. El dinero tiene que ser dividido con mi distribuidor de gasolina; el reloj es para mi novio.”
Un Punto de Vista
“Revisitando la pesadilla de mil dólares.”
Por Paul V. Montesino, PhD.
Ahora bien, si usted piensa que el diálogo que aparece arriba-no era lo que usted creía, ¿no es verdad?-es ficción, piense de nuevo. Lo único que usted tiene que hacer es echar una mirada a lo que está ocurriendo en el mundo hoy día y se dará cuenta que la posibilidad de que pasemos mucha penas y dolores para comprar un galón de gasolina para poder extraer algunas millas adicionales de nuestro ineficiente auto familiar, no es solo posible sino muy probable también. Los eventos de los que hemos sido testigos durante los últimos años son evidencia que soporta nuestro punto de vista.
Cuando nosotros publicamos este artículo en Febrero del 2006 mucha gente se creyó que era ficción. Ahora la ficción se hace mas realidad y somos usted y yo lo que nos hacemos ficticios. El precio del barril de aceite era entonces menos del cincuenta por ciento de lo que es hoy día, $60 en Febrero del 2006. Y creíamos entonces que era malo. Ahora es $135. Y el precio de la gasolina a $2.24 entonces es más de $4 en el presente y sigue subiendo.
Váyase usted a cualquier parqueo de una tienda de comestibles o un centro comercial en estos días-dijimos entonces-y usted se verá rodeado por Vehículos de Utilidad Deportiva (SUV) que no solamente le bloquean la vista cuando usted trata de salir de su espacio de estacionamiento, sino que desperdicia mas gasolina de la que necesita para llegar de aquí a allá y regresar. Pero, desde luego, no siempre es un SUV el que lo hace. Otras veces es un chofer de camión manejado por alguien que posiblemente podía caminar. Pero eso es lo que veíamos entonces. Recientemente la compañía Ford anunció una reducción drástica en la producción de SUVs y camiones para acomodar la pérdida de interés repentina de los consumidores por esos gigantes consumidores de gasolina. El SUV y los camiones de recreación se dirigen hacia la misma dirección del histórico “Modelo T” de la Ford convirtiéndose en dinosauros.
Pero la evidencia va más allá de los tamaños de los autos en los parqueos de estacionamiento o la congestión de carreteras. Miremos a las noticias diarias que vienen de todas partes del mundo o de nuestra propia nación y ustedes verán al petróleo impactando toda parte de nuestras vidas de una manera u otra. Está sucediendo lenta pero seguramente. Los gobiernos que controlan las canillas de aceite están detrás de acusaciones y demostraciones diarias sobre nuestro estilo de vida o nuestro sistema político y económico. Sea Irán con sus amenazas de expansión nuclear y su ofensiva interpretación sobre la historia; Venezuela vendiendo aceite barato directamente a los pobres de nuestras ciudades sobrepasando a nuestras instituciones elegidas pero metiéndose en los asuntos internos de otros países vecinos; o gobiernos del Medio Oriente que manipulan a las masas para que se alcen y reaccionen contra un pequeño periódico que nadie conocía antes de publicar un insensato cartón, el aceite es el nuevo intermediario del poder.
Y el elevado precio de la energía se convierte en parte intrínseca de todo lo que consumimos, cosas que usamos o servicios que recibimos. Algunas aerolíneas de aviación están sustituyendo las secciones de Primera Clase y Negocios por asientos de coche en los que cobran $15 extra por unas trece pulgadas mas de espacio entre ellos o por cada una de las maletas que necesitamos llevar en nuestro viaje. ¿Será posible volar mas barato en el futuro si lo hacemos desnudos? Sea el precio del pan o la leche y todo lo demás que comemos o tomamos, la realidad es que todos esos productos requieren el uso del transporte para ser suministradas a su bodega y, desde luego, el transporte requiere gasolina.
Usted sabe que estamos confrontando un problema de verdad cuando el Vice Presidente de los Estados Unidos va una vez al Medio Oriente y el Presidente dos veces para mendigar a nuestros suministradores Árabes para que nos den un alivio en el suministro del petróleo. “Estamos enviciados con el petróleo,” dice el presidente. Eso se ha convertido en su mantra número una. La segunda, desde luego, es ganar en Iraq. ¡Que pena! Y la situación se empeora. Nadie tiene idea alguna de lo que los tres contendientes presidenciales harán para resolver este problema. Tal vez cuando dejen de volar tanto en avión de una primaria a otra la demanda y los precios se reducirán.
Estamos discutiendo sobre lo que dicen los pastores de la derecha o de la izquierda en sus iglesias aunque sabemos que los pastores predican lo que quieren cuando lo quieran. ¿Quien fue un tal Thomas Jefferson que dijo que la Iglesia y el Estado debían estar separados? O discutimos también sobre políticas extranjeras que no trabajan hoy y no trabajarán mañana al menos que cambiemos no solo su contenido sino su contexto también. En otras palabras, estamos navegando ciegos en un carro que nos cuesta más y más manejar.
¿Es acaso posible que tengamos que volver a visitar esta pesadilla histórica dentro de dos años para reflexionar sobre otro aumento doble en el precio de la energía? Bueno, ¿quien sabe? Yo recuerdo cuando hacíamos bromas políticas, económicas y culturales sobre las masas comunistas chinas porque usaban nada más que bicicletas en sus medios de transporte o porque carecían de recursos modernos en sus factorías. Hoy día China, al igual que la India, se está convirtiendo en una de las más grandes consumidoras de energía en el mundo y es una de las razones principales por el aumento del precio del petróleo. Me imagino que la broma es sobre nosotros ahora. Los retamos para que imitaran nuestro sistema económico y aceptaron la competencia palabra por palabra. Uno tiene que tener cuidado con lo que desea; puede convertirse en realidad.
Pero bueno, ¿a quien le importa? Yo me voy de aquí en mi vieja bicicleta: “!Miren amigos; sin manos!” Es solamente mi punto de vista hoy.
Wednesday, July 9, 2008
I really don’t care about anybody.
A Point of View
I really don’t care about anybody.
By Paul V. Montesino, PhD, MBA.
You know me by now. I like to make confessions once in a while. Good for the soul as soup is for the body. Here we go again. I have come to the conclusion that I really don’t care about anybody. Yes, I really don’t. Let me state my case. For instance, I really don’t care about the color of your skin. Whether you are white, black or brown, it does not matter a bit to me. I lose no sleep about it. And I don’t care either whether you are poor or rich. Of course, I wish you riches, but when I meet you I could not care less either.
And then there is the issue of gender or sexual orientation. I don’t care if you are male or female, straight or gay. That is not any of my business. Be whatever you are. “I am what I am,” as the famous Popeye the sailor character used to say. And when it comes to religion, whatever you want to believe, if it is fine for you it is also fine for me, and I could not care less. I am not fabricating or supporting any dogma to save your soul. Saving mine is enough work, believe me. We spend too much time worrying arguing and killing about deity versions we don’t know or have seen with our own eyes that in the end do not depend on us to exist in whatever version we like or dislike. Why is it that the moment we see someone practicing another religion that person also looks ugly to us?
I also don’t care about your place of birth. Born in the fifty states? Fine and dandy. Born elsewhere? I care not where. So my belief about your worth as a human being does not lie on the passport you carry in your pocket or even the language you learned while you grew up. You did not choose your language anymore than you chose your parents or birthplace, so why bother? There are over six billion people on this planet and many dissimilarities between those billions so, why should I be bothered by what you are? And now that I think of it, I am realizing that many of the problems mankind faces come from folks who claim to “really care” about you. They are always trying to change you, criticizing you or trying to set your point of view straight. It is as though they have a responsibility to make you whole on their terms, not yours.
So you see, when I say that I don’t care about your choices I don’t mean to say that those choices are negative or that you are a poor choicer. What I mean is that your choices are only relevant to you and I don’t have any right to condemn you for them any more than you have a right to condemn me for mine. I also mean that neither you nor I have the right to impose them on each other or the guy or woman next door. Approximately two thousand years ago someone asked an angry crowd of the curious if anyone felt free of sin enough to throw the first stone.
I realize that choosing certain things in our life may have an aesthetic effect that others find objectionable. Beauty, as they say, is in the eyes of the beholder. So is lack of it. And I don’t mind those standards that society has determined and established for the good of others. I am sure you and the law of the land know of many things we can’t do without interfering with our neighbor’s right to exist in peace. But unfortunately we practice certain choices in a way that eventually harm those we disagree with.
And to complete my thesis please read: “Ad hominem” is a dialectic practice in which our arguments are based in offending or destroying the reputation of the person we argue with and not the ideas they represent. And there is no better example of that fallacy than the political campaigns in which we decide the future of our nation. If you need an example go to your television set and turn it on.
As I arrive at the end of this short article I realize that not caring about anybody really means that I care about everybody and hold animosity or prejudice to no one. I care about our dignity as members of the human race and I respect whatever position you are at any moment on this brief time we have to walk over the surface of this planet. We are many and as we walk we have to be careful not to step on each other’s toes or crush the seeds that might eventually grow to flowers and trees of mutual respect and understanding that will give us fragrance and protection.
And that is my Point of View today.
I really don’t care about anybody.
By Paul V. Montesino, PhD, MBA.
You know me by now. I like to make confessions once in a while. Good for the soul as soup is for the body. Here we go again. I have come to the conclusion that I really don’t care about anybody. Yes, I really don’t. Let me state my case. For instance, I really don’t care about the color of your skin. Whether you are white, black or brown, it does not matter a bit to me. I lose no sleep about it. And I don’t care either whether you are poor or rich. Of course, I wish you riches, but when I meet you I could not care less either.
And then there is the issue of gender or sexual orientation. I don’t care if you are male or female, straight or gay. That is not any of my business. Be whatever you are. “I am what I am,” as the famous Popeye the sailor character used to say. And when it comes to religion, whatever you want to believe, if it is fine for you it is also fine for me, and I could not care less. I am not fabricating or supporting any dogma to save your soul. Saving mine is enough work, believe me. We spend too much time worrying arguing and killing about deity versions we don’t know or have seen with our own eyes that in the end do not depend on us to exist in whatever version we like or dislike. Why is it that the moment we see someone practicing another religion that person also looks ugly to us?
I also don’t care about your place of birth. Born in the fifty states? Fine and dandy. Born elsewhere? I care not where. So my belief about your worth as a human being does not lie on the passport you carry in your pocket or even the language you learned while you grew up. You did not choose your language anymore than you chose your parents or birthplace, so why bother? There are over six billion people on this planet and many dissimilarities between those billions so, why should I be bothered by what you are? And now that I think of it, I am realizing that many of the problems mankind faces come from folks who claim to “really care” about you. They are always trying to change you, criticizing you or trying to set your point of view straight. It is as though they have a responsibility to make you whole on their terms, not yours.
So you see, when I say that I don’t care about your choices I don’t mean to say that those choices are negative or that you are a poor choicer. What I mean is that your choices are only relevant to you and I don’t have any right to condemn you for them any more than you have a right to condemn me for mine. I also mean that neither you nor I have the right to impose them on each other or the guy or woman next door. Approximately two thousand years ago someone asked an angry crowd of the curious if anyone felt free of sin enough to throw the first stone.
I realize that choosing certain things in our life may have an aesthetic effect that others find objectionable. Beauty, as they say, is in the eyes of the beholder. So is lack of it. And I don’t mind those standards that society has determined and established for the good of others. I am sure you and the law of the land know of many things we can’t do without interfering with our neighbor’s right to exist in peace. But unfortunately we practice certain choices in a way that eventually harm those we disagree with.
And to complete my thesis please read: “Ad hominem” is a dialectic practice in which our arguments are based in offending or destroying the reputation of the person we argue with and not the ideas they represent. And there is no better example of that fallacy than the political campaigns in which we decide the future of our nation. If you need an example go to your television set and turn it on.
As I arrive at the end of this short article I realize that not caring about anybody really means that I care about everybody and hold animosity or prejudice to no one. I care about our dignity as members of the human race and I respect whatever position you are at any moment on this brief time we have to walk over the surface of this planet. We are many and as we walk we have to be careful not to step on each other’s toes or crush the seeds that might eventually grow to flowers and trees of mutual respect and understanding that will give us fragrance and protection.
And that is my Point of View today.
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