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About Me
- Paul V. Montesino, PhD.,MBA.
- Watertown, Massachusetts, United States
- Editor Latino World Online.com and Mundo Latino Online.com
Wednesday, August 20, 2008
Moments That Shake Us Up
Moments That Shake Us Up
By Paul V. Montesino, PhD, MBA.
“There are historical moments when an alignment of forces causes a shift in human outlook. It happened to art and philosophy and science at the beginning of the Enlightenment. Now, in the early twentieth century, modernism was born by the breaking of the old strictures and verities. A spontaneous combustion occurred that included the works of Einstein… and dozens of other path breakers who seemed to break the bonds of classical thinking.” Einstein, his Life and Universe, Walter Isaacson ©2007.
The above statement from the book of reference covers many names not listed above who also contributed during that period. Not on the list are older names, Johannes Gutenberg, Sigmund Freud and Charles Darwin come to mind and the inventors of the Computer and Internet as well. And I am only talking about scientific and practical notions. I have left out the religious because a list, although significant at one time or another, even these days, would be too incomplete and definitely offensive to the nonbelievers of any faith mentioned by those who believe something else not mentioned . Some were inventors, like Gutenberg with his printing press, while others opened new worlds of the mind that never closed again. Einstein with his General Theory of Relativity, Freud with his Psychoanalytic wisdom, Darwin with his evolutionary Natural Selection.
What I am referring to right now is a new point reached in our contemporary history that is being played in front of our own eyes and we still cannot or don’t want to recognize. I am talking about the new world of energy resources we live in and probably will live in the near and long term future: the paradigm is shifting.
In my article of two weeks ago about recent decisions made by our United States Supreme Court regarding the death penalty for rapists of minors and also about the Second Amendment to the Constitution that guarantees our rights to bear arms, I mentioned in a humorous tone that perhaps it was time for the Supremes to declare our current energy prices unconstitutional as well. Of course, one thing is to declare them abusive and perhaps obnoxious, but being able to stop them is another thing altogether. Let’s look at the current situation and try to see where it is steering us.
I will start with a brief and simple mathematical formula. Every algebraic formula consists of two elements that must balance each other: x = y. When the left value (x) equals the right value (y) then there is balance. We have two sides to the current energy crisis formula that we must consider that have different expressions but must satisfy the same conditions of economic equality: supply = demand. If they do, there is balance as well. Unfortunately that formula is not only hard to come by these days but it is also impossible to achieve. Therein lies our problem.
A slow motion world that depended on wood for heat and cooking, domesticated animals for transportation and controlled wind velocity for crossing the oceans welcomed the advent of the energy resources that would replace them. Not only was that new technology well received, it also guaranteed that those who harnessed those replacements would succeed and prosper with high velocity beyond imagination.
Electricity, the automobile engine, aviation, to mention the most significant became the symbols of civilization. Those who used them could flourish; those who did not withered. And time and again we got used and comfortable with the idea of who was being up front or who was being left behind. The formula was, for a long time one where supply was unequal ≠ but in real economic terms looked something like this: supply > demand. In other words, supply was greater (>) than demand of those resources we so much needed and wanted and could not live without. Prices were low then.
Unfortunately for us, the world would not stop to conform with our selfish wishes forever. It was not realistic and, above all, it was not fair. The developing nations that for many years were on the supply side of the equation by giving us those cheap resources that we gobbled up economically and defined culturally as necessary for our standard and reason of living became demanding themselves and moved to the demand side of the equation until there was insufficient supply for all of us. The demand for us and them, on the other side, kept increasing. At that point we reached a new formula that has not abated for a while now and has reached critical mass: Supply < Demand. In other words, Supply is less (<) than demand. So here we are looking at the new paradigm and asking in despair: where do we go from here?
I know where we are going, and the place where we are headed does not look even remotely similar to the past where we come from and, I am afraid to add, even to the present we now enjoy. As the saying goes: the party is over. This looks more like a piñata is over.
Wait for me for my next articles about the way that place will look like and how we are going to get there.
And that is my Point of view today.
Momentos que nos estremecen
Momentos que nos estremecen
Por Paul V. Montesino, PhD, MBA.
“Hay momentos históricos en los que un alineamiento de fuerzas causa un cambio en el punto de vista humano. Ocurrió en el arte y la filosofía al comienzo del Siglo de la Luz. Ahora, en el siglo veinte, el modernismo nació rompiendo las viejas estructuras y veracidades. Una combustión espontánea ocurrió que incluía las obras de Einstein… y docenas de otros destructores de caminos que parecían romper las ataduras del pensamiento clásico. “ Einstein, su Vida y Universo, Walter Isaacson © 2007.
Este pensamiento del libro referido cubre muchos otros nombres que no aparecen en mi acotación y que también contribuyeron durante ese período. No existentes en la lista se hallan otros nombres más antiguos, Johannes Gutenberg, Segismundo Freud y Charles Darwin me vienen a la mente al igual que los inventores de las computadoras y el Internet. He dejado fuera a los nombres religiosos porque una lista, aunque significativa en un momento u otro, inclusive hoy día, sería muy incompleta y definitivamente ofensiva a los que no creen los credos mencionadas por parte de aquellos que creen en otra fe no citada. Unos, como Gutenberg, eran inventores de la máquina impresora, mientras otros abrieron nuevos mundos a la mente que jamás volvieron a cerrarse. Einstein con su Teoría General de la Relatividad, Freud con su sabiduría sicoanalítica, Darwin con su Selección Natural evolucionista.
A lo que me refiero ahora es a un nuevo momento alcanzado en nuestra historia contemporánea que se despliega y desarrolla frente a nuestros propios ojos y que somos incapaces de ver o nos negamos a reconocer. Estoy hablando del nuevo mundo de recursos energéticos en el que vivimos y que probablemente viviremos en el futuro próximo cercano y otro mucho más lejano: el paradigma está cambiando.
En mi artículo de hace dos semanas sobre las recientes decisiones de la Corte Suprema de los Estados Unidos relacionadas con la pena de muerte para los violadores de menores y también sobre la Segunda Enmienda a la Constitución que nos garantiza el derecho a portar armas, mencioné en tono humorístico que tal vez era hora ya que la Corte también declarara como inconstitucional los precios de la energía. Desde luego, una cosa es declararlos abusivos y tal vez obnoxios, pero ser capaces de arrestarlos es otra cosa completamente distinta. Echemos una mirada a la situación corriente y tratemos de ver hacia donde nos está empujando.
Comenzaré con una fórmula matemática breve y simple. Cada fórmula algebraica consiste de dos elementos que deben balancear el uno con el otro: x = y. Cuando el valor de la izquierda (x) es igual al valor de la derecha (y) entonces tenemos un balance. Tenemos dos lados en la fórmula corriente de la energía económica que debemos considerar que tienen diferentes expresiones y que también deben satisfacer esa condición de igualdad: suministro es igual (=) a la demanda. Si lo hacen, hay balance. Desafortunadamente esa fórmula no solo es muy difícil de conseguir en esta época sino que es imposible dominarse también. Es ahí que reside nuestro dilema.
Un mundo moviéndose como película de cámara lenta que dependía de la madera para calentarse y cocinar, animales domesticados para el transporte y el control de la velocidad de los vientos para cruzar los océanos dieron una gran acogida a los nuevos recursos que les sustituyeron. No solamente fue la nueva tecnología bien recibida, sino que garantizó que quienes habían dominado y controlado esos recursos triunfarían y prosperarían a una velocidad más rápida de lo que podíamos imaginarnos. La electricidad, el motor automovilístico, la aviación, para mencionar los más representativos, se convirtieron en símbolos de nuestra civilización.
Aquellos que podían usarlos florecieron, aquellos que no los usaban se marchitaron.
Y con el tiempo nos acostumbramos a la idea de quién estaba al frente, nosotros, y quien estaba atrás, ellos. La formula fue, por largo tiempo, una en la que el suministro no era igual ( ≠ ) al consumo pero en términos económicos lucia en realidad algo como esto: suministro > que el consumo. En otras palabras, el suministro era más grande (>) que los recursos que necesitábamos y demandábamos para consumir y sin los cuales no podíamos vivir. Los precios eran bajos.
Desafortunadamente para nosotros, el mundo no podía paralizarse eternamente para conformar con nuestros deseos egoístas. No era realista y, por encima de todo, no era justo. Las naciones subdesarrolladas que por muchos años habían estado en el lado de los suministros en la fórmula casi nos regalaban sus recursos mientras los devorábamos y considerábamos necesarios para nuestro estándar y razón de vidas Ellos se convirtieron en consumidores también y se nos unieron al lado de la demanda en la fórmula hasta que no había suficiente suministro para todos. La demanda para nosotros y para ellos, continuó creciendo. Y en ese instante alcanzamos una nueva fórmula que no ha abatido desde entonces y ha alcanzado masa crítica: Suministro < Demanda. En otras palabras, el suministro es menor (<) que la demanda. Así nos hallamos en el presente enfrentando a este nuevo paradigma y preguntándonos desesperados: ¿Adónde vamos ahora?
Yo sé adónde vamos, y el lugar al que nos dirigimos no luce remotamente similar al pasado de dónde venimos y, temo añadir, ni siquiera al presente que disfrutamos ahora. Como dice el refrán, se acabó la fiesta. Esto luce ahora en realidad como si fuera una piñata la que se ha acabado.
Esperen por mí y por mis artículos próximos sobre cómo va a lucir ese nuevo lugar y cómo vamos a llegar.
Y ese es mi punto de vista hoy.
Leaving behind the jungle from whence we come.
Leaving behind the jungle from whence we come.
By Paul V. Montesino, PhD, MBA.
In his Jungle Books, written in his native India in the late 1800s, 1894 to be exact, Rudyard Kipling opened the door to children’s fantasies with a classic description of living characters from the forest that still leads us to a world where animals have transcended their habitat to behave a little like us or, is it us who behave like them? We have seen time and again that the jungle itself possesses an attraction to our nomad past particularly in the multitude of scenes created by Hollywood. We would need a whole series of articles just to mention a few of those. But that is not why we are writing here today. That would be out of character for this column.
Recently, like fascinated millions from all over the world, I witnessed the interview on CNN’s Larry King with Ingrid Betancourt, the recently liberated hostage from Colombia who emerged miraculously from her long captivity. Her long term ordeal, her symbol to a country she was trying to make better and an impatient world that is tired of violence and hatred, needs no more description. Nor from me anyway. And neither is the whole episode when she was finally freed from her captors. I am sure that Hollywood is right now drooling for the rights to portray the woman’s life and her experiences, and writers all over the world will be salivating if not lining up to write her biography, perhaps even her innermost thoughts about life and death. It is no secret that she has witnessed much and survived all. But most of all she did it with human dignity.
We were impressed by her composure, her unadulterated faith in something bigger, her positive attitude even after so many desperate years living near a volcano of hate that almost swallowed her in its ferocity. And most of all, we were transformed by her vision of what life and living is all about. Prodded by Mr. King several times trying to elicit some of the most tawdry details of her seemingly endless incarceration, details that I am sure many rewarded by such descriptions of abuse, violation and other sicknesses are after, she refused to budge. Her answers, time and again were: “I have left the jungle behind and I would rather leave those things back in the jungle from where I came.” How profound, how virtuous, how insightful, how sincere.
With those words that Mr. King honored time and again after obviously asking, also time and again, the same type of question as though trying to get at different angles of the same material that make him one of the most skilled broadcasting interviewers of the famous and the notorious, she continuously refused to play “the jungle game.” We all know that it does not really matter how big your transgression is if you have the audacity and nerve to disclose or justify it on television, but whatever happened in the jungle she had left behind it was neither sin nor tawdriness and she was willing to own it without exposing it. “Not, in my jungle you don’t” she appeared to be saying.
Ms. Betancourt hit it right in the nail: would not life be better for all of us if we left behind those events that have been part of our own jungles? That was, in essence, a clear description of what basic human existence is all about. So I pose the question, what is our jungle, yours, mine? Where is it?
Our worse shameful moments in our private lives, our worse recorded expressions of human behavior in history are moments and expressions of that jungle whence we came from. The Catholic Church has it right when it offers its believers a key out of those sinful jungles through confession. It is a recognition of that past where the priest hears but does not dare to judge because he claims his God does not either, we judge ourselves. The jungle is not our invention; we are its creation. I am convinced that the original sin is that jungle, whether you call it so as a Christian or as a member of any other religious philosophy where forgiveness-as Ms. Betancourt proclaimed she experiences towards her captors-is part of their beliefs.
The jungle is the dark ages of the momentous breaking from our animal origins through the long evolutionary process that got us here. The jungle is the period from the instant we stood up in two legs thousands of years ago and reached out with our hands to eat and kill. We have moved into this so-called humanity as Ms. Betancourt reminded us so honestly and eloquently when she expressed her discontentment, her outrage, her amazement at the constant inhumanity of human to human. She was not complaining, she was not whining and she was not even condemning or even hating her captors for displaying that condition: she just stated the facts plain and simple. Here she was pointing at us and we, the pointed, had nothing to say in our defense. We couldn’t.
So my question to all of us, yes even to myself, is: where and what are the jungles whence we come from? Where is the jealousy, the indifference, the hate, the abuse, the unending wars, the neglect of the weak and the poor come from? Where is that jungle that this woman so valiantly has decided to leave behind not to return in her heart? Could we come to an understanding that we are not perfect, not better or holier than thou and that we all come from such jungle? Could we be liberated as well not by rescuers who come from without to lead us away but by the freeing forces that come from within? Could it be that the philosophy and example provided by this brave, fragile but powerful woman will serve us to take a next step in the evolutionary ladder to finally make us free? You know the old saying: The truth shall make you free. Let us look bravely at the truth and become emancipated.
And that is my Point of View Today.
Dejando atrás a la jungla de la que venimos.
Dejando atrás a la jungla de la que venimos.
Por Paul V. Montesino, PhD, MBA.
En los Libros de la Jungla, escrito en su India nativa en los años 1800, 1894 para ser exacto, Rudyard Kipling abrió las puertas de las fantasías infantiles con una descripción clásica de caracteres vivientes de la selva que todavía nos conducen a un mundo donde los animales trascienden su hogar natural para convertirse en algo similar a nosotros o, tal vez, de manera opuesta, en la que nosotros somos los que nos transformamos en ellos. Hemos visto una y otra vez que la jungla de por sí posee una atracción a nuestro pasado nómada particularmente en la multitud de escenas creadas en Hollywood. Nosotros necesitaríamos una serie completa de artículos nada más que para mencionar algunos de ellos. Pero eso no es por lo que estamos escribiendo hoy aquí. Estaríamos fuera de carácter para esta columna.
Recientemente, al igual que millones fascinados en todas partes del mundo, fui testigo de la entrevista de Larry King en CNN a Ingrid Betancourt, la recientemente liberada rehén colombiana que emergió milagrosamente de su larga cautividad. Su larga ordalía, el simbolismo para su país al que estaba tratando de hacer mejor y un mundo impaciente que está cansado de violencia y odio no necesitan más descripción. No de mi parte en cualquier forma. Y tampoco lo es el episodio completo cuando fue liberada finalmente de sus captores. Estoy seguro que a Hollywood en estos momentos se le cae la baba por los derechos de filmar la vida de esa mujer y los escritores de muchas partes del mundo están salivando si no haciendo cola para escribir su biografía, tal vez sus pensamientos más íntimos sobre vida y muerte. No es secreto que ella ha sido testigo de mucho y lo ha sobrevivido todo. Pero, y esto es lo más significativo, lo hizo con dignidad.
Estuvimos impresionados con su compostura, su fe inalterable en algo mayor, su actitud positiva después de tantos años desesperados viviendo cerca de un volcán de odio que casi se la tragó en su ferocidad. Y por encima de todo, fuimos transformados por su visión de lo que la vida y el vivir son. Estimulada por King varias veces para que describiera algunos de los detalles menos elegantes y mas sensacionalistas de su encarcelamiento sin fin, detalles que estoy seguro habrían recompensado a quienes se dan gusto con esas descripciones de abuso, violación y otras acciones enfermas, ella se negó a bullirse o agitarse. Sus respuestas, una y otra vez fueron: “Yo he dejado la jungla atrás y prefiero dejar esas cosas en la jungla de donde vine.” ¡Qué profundo, qué virtuoso, qué agudo, qué sincero!
Con esas palabras que el señor King honró repetidamente después de hacer el mismo tipo de pregunta como si tratara de expresarlas para llegar a ella y sus experiencias a través de diferentes ángulos del mismo material que lo hacen uno de los entrevistadores de famosos y notorios más capacitados de la prensa, Betancourt continuó rechazando participar en el juego sórdido de la jungla. Sabemos que no importa lo grande que sea su transgresión si usted tiene la audacia y el nervio de confesar su ofensa o justificarla en televisión, pero es claro que lo que pueda haber ocurrido en la jungla a la señora Betancourt ni fue pecado ni sensacionalismo y ella estaba dispuesta a aceptarlo sin describirlo. “No, en mi jungla no,” parecía decir.
Ingrid Betancourt bateó un home ron en CNN: ¿Es posible que la vida sería mejor para todos nosotros si dejáramos atrás esos eventos que han sido parte de nuestras propias junglas? Esa fue, esencialmente, una descripción muy clara de lo que la existencia humana se trata. Es entonces que me pregunto, ¿cuál es nuestra jungla, la suya, la mía? ¿Y, donde está?
Los momentos más vergonzosos de nuestras vidas privadas, nuestras peores expresiones públicas de comportamiento humano en el record histórico son momentos y expresiones de esa jungla de la que emanamos. La Iglesia Católica está muy lúcida cuando ofrece a sus creyentes la llave para abrir las puertas de salida de esa jungla a través de la confesión. Es un reconocimiento de ese pasado en el que el sacerdote oye pero no se atreve a juzgar porque aduce que Dios no lo hace tampoco; nosotros mismos nos enjuiciamos. La jungla no es nuestra invención; nosotros somos su creación. Yo estoy convencido que el llamado pecado original es esa jungla, llámelo usted así como Cristiano o como miembro de cualquier otra filosofía religiosa donde el perdón-como la señora Betancourt ha dicho profesar por sus captores-es parte de su creencia.
La jungla es la edad del oscurantismo del trascendental instante cuando nos liberamos de nuestro origen animal a través del largo proceso evolucionista que nos ha traído al presente. La jungla es ese período que comenzó desde el instante en que nos alzamos en dos pies miles de años atrás y estiramos nuestras manos para comer y matar. Hemos arribado a esta llamada “humanidad” que la señora Betancourt nos recordó tan honesta y elocuentemente cuando expresó su descontento, su indignación, su asombro a la inhumanidad constante de unos humanos a otros. Ella no se estaba quejando, no estaba gimiendo y no estaba siquiera culpando u odiando a sus captores por exhibir esa condición: solo estaba simplemente exponiendo los hechos. Con ello nos estaba señalando y nosotros, los aludidos, no teníamos que decir como respuesta. No podíamos.
Mi pregunta una vez más, sí, dirigida a mi también, es: ¿Dónde y que son las junglas de las que hemos venido? ¿De dónde vienen la envidia, la indiferencia, el odio, el abuso, las guerras sin fin, el abandono de los débiles y los pobres? ¿Dónde está esa jungla que esta mujer ha decidido dejar atrás tan valientemente para nunca volver a visitar en su corazón? ¿Sería posible arribar a un acuerdo de que no somos perfectos, mejores o más papista que el papa con otros y que todos hemos venido de esa jungla? ¿Podríamos ser liberados de la misma manera no por salvadores que vienen de fuera para guiarnos sino por las fuerzas libertadoras que vienen de nosotros mismos? ¿Es posible que la filosofía y muestras expresadas por esta brava, frágil pero vigorosa mujer servirá para sugerir el sendero próximo que tomar en la escala evolucionista y finalmente liberarnos? Usted conoce el viejo refrán: La verdad te hará libre. Miremos a esa verdad bravamente para emanciparnos.
Y ese es mi punto de vista hoy.
“A thousand dollar nightmare Revisited.”
The man, black hat on down to his ear lobes, a lit cigarette in his shaking hand, an old trench coat that was probably a couple of sizes too large for him, kept walking. He then saw her. His heart beat faster. The moment he had been waiting for had finally arrived. He sighed. She, on the other side, did not.
“Well, do you want it?” she asked almost without care and concern.
“Do you have it?” he said.
“I certainly do”, she answered, smiling coyly.
“Can I see it?”
“Do you doubt my word?” She responded a bit annoyed.
“No, no, I don’t doubt your word, but I have to see it first. It is too expensive and I usually don’t have that kind of money for this sort of thing.”
She hesitated and looked at him with suspicion. “Follow me,” she answered. Then they both walked to the opposite sidewalk.
“Be careful,” she warned in a low voice. “You never know when a cop is going to see you and catch you. If one stops us, you and I don’t know each other. You are just asking for directions, OK?”
“Good enough.” He took another puff of smoke in his lungs.
They walked, more briskly now, towards a run down house without lights that was in the middle of the block and was surrounded by a tall old wooden fence and some shrubbery. She opened the fence gate and signaled him to come in, not without first making sure no one saw them. He followed eagerly.
“How good is it?” he asked with anxiety.
“Good enough… what do you think? It is regular quality.”
“Regular?”
“Yes; and expensive.”
“How expensive?”
“A thousand dollars.”
“ What? A thousand dollars for a gallon of regular gas? Are you crazy?”
“Yes, a thousand dollars; and that Rolex watch in your wrist also. The money has to be split with my gas dealer, but the watch is for my boyfriend….”
A Point of View
“A thousand dollar nightmare Revisited.”
By Paul V. Montesino, PhD.
Now, if you think the above dialogue-it was not about what you expected, was it?-is fiction, think again. All you have to do is take a look at what is going on in the world today and realize that the possibility that we are going to go through real pain just to buy a gallon of gasoline to get a few more miles from our inefficient family car is not only possible but highly probable as well. The events we have been witnessing for the past few months are evidence that support our point of view. When we first published this article in February of 2006 many folks thought it was fiction. Now the fiction is becoming more real and it is you and I who could become fictional. The price of barrel of oil was less than fifty percent of what is today, $60 in February of 2006. And we thought it was bad. Now it is $135. And gasoline prices at $2.24 back then is over $4 now and nowhere to go but up.
Go to any supermarket or mall parking lot these days-we said then-and you find yourself surrounded by SUVs that not only block your view when you try to squeeze out of your parking space, but waste more gasoline than is needed to get from here to there, or return. But, of course, not always it is a SUV that does it. In other cases it is a truck driven by someone who probably could walk as well instead. But that is what we saw then. Recently Ford Motor Company announced a drastic reduction in SUV and truck production to accommodate for the sudden loss in consumer interest for those gas behemoths. SUVs and recreational trucks are going in the direction of “Ford Model’s T,” becoming dinosaurs.
But the evidence goes beyond car sizes on the parking lots or the crowded highways. Look at the daily news all over the world and our own nation and you will see how oil is seeping into every part of our lives in one way or the other. It is happening slowly, but surely. Governments that control the oil spigot are behind accusations and demonstrations about our way of life or our political or economic system on a daily basis. Whether it is Iran with its threat of nuclear expansion and its outrageous interpretation of history; Venezuela selling cheaper oil to poor inner city Americans directly and skipping our elected governmental institutions but meddling on other folks’ affairs or Middle Eastern governments manipulating the masses to arise and react against a small newspaper nobody ever knew before for publishing a senseless cartoon, oil is the new power broker.
And the high energy prices become part of almost anything we consume, things that we use or services we receive. Some airlines are now replacing First and Business class sections by charging for thirteen inches extra between some seats in coach or for the luggage we need to carry. Would flying naked be cheaper in the future? And whether it is the price of bread or milk and anything else we eat or drink, the reality is that all of those products require the use of transportation to be delivered to your friendly store and yes, transportation, needs fuel as well.
You know we are in real trouble when the Vice President of the United States goes once to the Middle East and the President twice to beg our Arab oil suppliers for a break in production.“We are hooked on oil,” the president insists. It has become his number one mantra. The second, of course, is winning in Iraq. What a shame! And it gets worse. No one has any idea what the three presidential contenders will do to solve the problem. Perhaps when they stop flying so much from one primary contest to the other the demand and the prices will come down.
We are arguing about preachers of the left or the right who will always preach any sermon they want whenever they want. Did I hear someone by the name of Thomas Jefferson say that there has to be a separation between Church and State? And we hear discrepancies of opinion about misguided foreign policies that don’t work today and will not work tomorrow either unless we change them in content and context, both of which we have no idea what they are going to be when they are changed. In other ways, we are navigating blind in a car that costs us more and more to drive.
Is it possible that I will have to revisit this nightmarish story in another two years to reflect on still another doubling of energy prices? Well, who knows. I remember when we made political, economic and cultural jokes about the Chinese communist masses use of bicycles for their normal transportation needs or lack of modern energy resources in their factories. Today China, as well as India, is becoming one of the greatest users of energy in the world and is one of the main reasons for the spike in oil prices. I suppose the joke is on us now. We dared them to imitate our economic system and they took the challenge word for word. One should be careful about what ones wishes for; it could become reality.
But who cares? I am out of here riding my old bike. “See folks, no hands!” It is only my point of view today.
“Revisitando la pesadilla de mil dólares.”
“Bueno, ¿lo quieres?” preguntó ella sin mucho interés aparente.
“¿Lo tienes?” dijo él.
“Claro que sí,” contestó ella sonriendo coquetamente.
“¿Puedo verlo?”
“¿Dudas de mi palabra?” Contestó ella un poco molesta.
“No, no, yo no dudo de tu palabra, pero tengo que verlo primero. Es demasiado caro y yo no tengo usualmente esa cantidad tan elevada de dinero conmigo para estas cosas.”
Ella dudó y lo miró con sospecha. “Sígueme,” contestó. Entonces ambos comenzaron a caminar hacia la acera opuesta.
“Ten mucho cuidado,” advirtió ella en voz baja. “Tú nunca sabes cuando un policía te va a ver. Si uno nos para, tú y yo no nos conocemos. Tú estabas solamente preguntando por direcciones, ¿Está bien?”
“Perfectamente,” dijo él inhalando otra humareda irritable en sus pulmones.
Ambos caminaron entonces con más prisa hacia una casa sin luces situada en medio de la cuadra que estaba rodeada por una cerca alta vieja de madera y algunos arbustos. Ella abrió la puerta de la cerca y le hizo señas con una mano para que la siguiera, no sin antes haberse asegurado que nadie los había visto. Él la siguió excitado.
“¿Es bueno?” preguntó el hombre con ansiedad.
“Lo suficientemente bueno… ¿Que tú te crees?”
“¿Regular?”
“Sí; y muy caro.”
“¿Que caro?”
“Mil dólares.”
“¿Cómo? ¿Mil dólares por un galón de gasolina regular? ¿Tu estás loca?”
“Sí, mil dólares; y ese reloj de pulsera Rolex que tienes en la muñeca. El dinero tiene que ser dividido con mi distribuidor de gasolina; el reloj es para mi novio.”
Un Punto de Vista
“Revisitando la pesadilla de mil dólares.”
Por Paul V. Montesino, PhD.
Ahora bien, si usted piensa que el diálogo que aparece arriba-no era lo que usted creía, ¿no es verdad?-es ficción, piense de nuevo. Lo único que usted tiene que hacer es echar una mirada a lo que está ocurriendo en el mundo hoy día y se dará cuenta que la posibilidad de que pasemos mucha penas y dolores para comprar un galón de gasolina para poder extraer algunas millas adicionales de nuestro ineficiente auto familiar, no es solo posible sino muy probable también. Los eventos de los que hemos sido testigos durante los últimos años son evidencia que soporta nuestro punto de vista.
Cuando nosotros publicamos este artículo en Febrero del 2006 mucha gente se creyó que era ficción. Ahora la ficción se hace mas realidad y somos usted y yo lo que nos hacemos ficticios. El precio del barril de aceite era entonces menos del cincuenta por ciento de lo que es hoy día, $60 en Febrero del 2006. Y creíamos entonces que era malo. Ahora es $135. Y el precio de la gasolina a $2.24 entonces es más de $4 en el presente y sigue subiendo.
Váyase usted a cualquier parqueo de una tienda de comestibles o un centro comercial en estos días-dijimos entonces-y usted se verá rodeado por Vehículos de Utilidad Deportiva (SUV) que no solamente le bloquean la vista cuando usted trata de salir de su espacio de estacionamiento, sino que desperdicia mas gasolina de la que necesita para llegar de aquí a allá y regresar. Pero, desde luego, no siempre es un SUV el que lo hace. Otras veces es un chofer de camión manejado por alguien que posiblemente podía caminar. Pero eso es lo que veíamos entonces. Recientemente la compañía Ford anunció una reducción drástica en la producción de SUVs y camiones para acomodar la pérdida de interés repentina de los consumidores por esos gigantes consumidores de gasolina. El SUV y los camiones de recreación se dirigen hacia la misma dirección del histórico “Modelo T” de la Ford convirtiéndose en dinosauros.
Pero la evidencia va más allá de los tamaños de los autos en los parqueos de estacionamiento o la congestión de carreteras. Miremos a las noticias diarias que vienen de todas partes del mundo o de nuestra propia nación y ustedes verán al petróleo impactando toda parte de nuestras vidas de una manera u otra. Está sucediendo lenta pero seguramente. Los gobiernos que controlan las canillas de aceite están detrás de acusaciones y demostraciones diarias sobre nuestro estilo de vida o nuestro sistema político y económico. Sea Irán con sus amenazas de expansión nuclear y su ofensiva interpretación sobre la historia; Venezuela vendiendo aceite barato directamente a los pobres de nuestras ciudades sobrepasando a nuestras instituciones elegidas pero metiéndose en los asuntos internos de otros países vecinos; o gobiernos del Medio Oriente que manipulan a las masas para que se alcen y reaccionen contra un pequeño periódico que nadie conocía antes de publicar un insensato cartón, el aceite es el nuevo intermediario del poder.
Y el elevado precio de la energía se convierte en parte intrínseca de todo lo que consumimos, cosas que usamos o servicios que recibimos. Algunas aerolíneas de aviación están sustituyendo las secciones de Primera Clase y Negocios por asientos de coche en los que cobran $15 extra por unas trece pulgadas mas de espacio entre ellos o por cada una de las maletas que necesitamos llevar en nuestro viaje. ¿Será posible volar mas barato en el futuro si lo hacemos desnudos? Sea el precio del pan o la leche y todo lo demás que comemos o tomamos, la realidad es que todos esos productos requieren el uso del transporte para ser suministradas a su bodega y, desde luego, el transporte requiere gasolina.
Usted sabe que estamos confrontando un problema de verdad cuando el Vice Presidente de los Estados Unidos va una vez al Medio Oriente y el Presidente dos veces para mendigar a nuestros suministradores Árabes para que nos den un alivio en el suministro del petróleo. “Estamos enviciados con el petróleo,” dice el presidente. Eso se ha convertido en su mantra número una. La segunda, desde luego, es ganar en Iraq. ¡Que pena! Y la situación se empeora. Nadie tiene idea alguna de lo que los tres contendientes presidenciales harán para resolver este problema. Tal vez cuando dejen de volar tanto en avión de una primaria a otra la demanda y los precios se reducirán.
Estamos discutiendo sobre lo que dicen los pastores de la derecha o de la izquierda en sus iglesias aunque sabemos que los pastores predican lo que quieren cuando lo quieran. ¿Quien fue un tal Thomas Jefferson que dijo que la Iglesia y el Estado debían estar separados? O discutimos también sobre políticas extranjeras que no trabajan hoy y no trabajarán mañana al menos que cambiemos no solo su contenido sino su contexto también. En otras palabras, estamos navegando ciegos en un carro que nos cuesta más y más manejar.
¿Es acaso posible que tengamos que volver a visitar esta pesadilla histórica dentro de dos años para reflexionar sobre otro aumento doble en el precio de la energía? Bueno, ¿quien sabe? Yo recuerdo cuando hacíamos bromas políticas, económicas y culturales sobre las masas comunistas chinas porque usaban nada más que bicicletas en sus medios de transporte o porque carecían de recursos modernos en sus factorías. Hoy día China, al igual que la India, se está convirtiendo en una de las más grandes consumidoras de energía en el mundo y es una de las razones principales por el aumento del precio del petróleo. Me imagino que la broma es sobre nosotros ahora. Los retamos para que imitaran nuestro sistema económico y aceptaron la competencia palabra por palabra. Uno tiene que tener cuidado con lo que desea; puede convertirse en realidad.
Pero bueno, ¿a quien le importa? Yo me voy de aquí en mi vieja bicicleta: “!Miren amigos; sin manos!” Es solamente mi punto de vista hoy.
Wednesday, July 9, 2008
I really don’t care about anybody.
I really don’t care about anybody.
By Paul V. Montesino, PhD, MBA.
You know me by now. I like to make confessions once in a while. Good for the soul as soup is for the body. Here we go again. I have come to the conclusion that I really don’t care about anybody. Yes, I really don’t. Let me state my case. For instance, I really don’t care about the color of your skin. Whether you are white, black or brown, it does not matter a bit to me. I lose no sleep about it. And I don’t care either whether you are poor or rich. Of course, I wish you riches, but when I meet you I could not care less either.
And then there is the issue of gender or sexual orientation. I don’t care if you are male or female, straight or gay. That is not any of my business. Be whatever you are. “I am what I am,” as the famous Popeye the sailor character used to say. And when it comes to religion, whatever you want to believe, if it is fine for you it is also fine for me, and I could not care less. I am not fabricating or supporting any dogma to save your soul. Saving mine is enough work, believe me. We spend too much time worrying arguing and killing about deity versions we don’t know or have seen with our own eyes that in the end do not depend on us to exist in whatever version we like or dislike. Why is it that the moment we see someone practicing another religion that person also looks ugly to us?
I also don’t care about your place of birth. Born in the fifty states? Fine and dandy. Born elsewhere? I care not where. So my belief about your worth as a human being does not lie on the passport you carry in your pocket or even the language you learned while you grew up. You did not choose your language anymore than you chose your parents or birthplace, so why bother? There are over six billion people on this planet and many dissimilarities between those billions so, why should I be bothered by what you are? And now that I think of it, I am realizing that many of the problems mankind faces come from folks who claim to “really care” about you. They are always trying to change you, criticizing you or trying to set your point of view straight. It is as though they have a responsibility to make you whole on their terms, not yours.
So you see, when I say that I don’t care about your choices I don’t mean to say that those choices are negative or that you are a poor choicer. What I mean is that your choices are only relevant to you and I don’t have any right to condemn you for them any more than you have a right to condemn me for mine. I also mean that neither you nor I have the right to impose them on each other or the guy or woman next door. Approximately two thousand years ago someone asked an angry crowd of the curious if anyone felt free of sin enough to throw the first stone.
I realize that choosing certain things in our life may have an aesthetic effect that others find objectionable. Beauty, as they say, is in the eyes of the beholder. So is lack of it. And I don’t mind those standards that society has determined and established for the good of others. I am sure you and the law of the land know of many things we can’t do without interfering with our neighbor’s right to exist in peace. But unfortunately we practice certain choices in a way that eventually harm those we disagree with.
And to complete my thesis please read: “Ad hominem” is a dialectic practice in which our arguments are based in offending or destroying the reputation of the person we argue with and not the ideas they represent. And there is no better example of that fallacy than the political campaigns in which we decide the future of our nation. If you need an example go to your television set and turn it on.
As I arrive at the end of this short article I realize that not caring about anybody really means that I care about everybody and hold animosity or prejudice to no one. I care about our dignity as members of the human race and I respect whatever position you are at any moment on this brief time we have to walk over the surface of this planet. We are many and as we walk we have to be careful not to step on each other’s toes or crush the seeds that might eventually grow to flowers and trees of mutual respect and understanding that will give us fragrance and protection.
And that is my Point of View today.
A mí en realidad no me importa nadie
A mí en realidad no me importa nadie
Por Paul V. Montesino, PhD, MBA
Ya ustedes me conocen bastante bien. Me gusta hacer confesiones de vez en cuando. Es bueno para el alma como la sopa lo es para el cuerpo. Yo he llegado a la conclusión de que en realidad a mi no me importa nadie. Sí, es cierto, en realidad no me importa. Permítame presentar las pruebas. Por ejemplo, a mi no me interesa el color de su piel. Sea usted de piel blanca, carmelita o negra, eso no me importa un bledo. No pierdo sueño por eso. Y tampoco me interesa si usted es pobre o tiene mucho dinero. Desde luego, le deseo riquezas, pero cuando lo conozco no me interesa cuanta tiene.
Y consideremos también el asunto de su genero u orientación sexual. No me importa si es usted hombre o mujer; gay o no. Ese no es parte de mi negocio. Lo que usted sea lo es. “Yo soy lo que soy,” fue una frase hecha famosa por Popeye el marino. Y cuando se trata de religión, lo que usted quiera creer es también aceptable para mi y no me puede importar menos. Yo no estoy fabricando o apoyando ningún dogma para salvar su alma. Salvar la mía es suficiente trabajo. Nosotros desperdiciamos mucho tiempo preocupándonos, discutiendo y matándonos sobre versiones divinas que ni conocemos ni hemos visto con nuestros propios ojos y que al fin y al tanto no dependen de nosotros para existir en cualquier versión que nos guste o disguste. ¿Puede decirme por qué cuando vemos a una persona practicar una religión que no es la nuestra de repente esa persona se nos hace mas fea?
Tampoco me interesa su lugar de nacimiento. ¿Nació en los cincuenta estados? Perfecto. ¿Nació en otro sitio? No me molesto. Es decir, que my criterio sobre su calidad como ser humano no reside en el pasaporte que usted lleva en su bolsillo o el idioma que aprendió mientras crecía. Usted no escogió su idioma de la misma manera que tampoco escogió a sus padres o al lugar donde iba a nacer, así que ¿para que preocuparse? Hay mas de seis mil millones de habitantes en este planeta y existen muchas diferencias entre esos miles de millones, así que ¿para que molestarme por lo que usted es? Y ahora que pienso en eso, me doy cuenta que muchos de los problemas que confronta la humanidad provienen de gentes que dicen “preocuparse realmente” sobre usted y yo. Siempre están tratando de cambiarnos, criticándonos o modificar nuestro punto de vista y corregirlo. Es como si fueran responsables de hacer de usted una persona completa basado en los principios de ellos y no de los suyos.
Así que como ve, cuando digo que no me importa lo que usted escoge no quiero decir que esas cosas escogidas son negativas o que usted no sabe como escoger. Lo que quiero decir es que lo que usted escoge tiene relevancia nada mas que para usted y yo no tengo derecho alguno a condenarlo por ello de igual manera que usted tampoco tiene el derecho de juzgarme y condenarme a mi por lo que yo escojo. Aproximadamente hace dos mil años alguien preguntó a una multitud airada si había entre ellos alguien que se consideraba libre de pecado como para tirar la primera piedra. Eso quiere decir que ni usted ni yo tenemos el derecho de imponérselos al hombre o la mujer que viven en la casa de al lado.
Me doy cuenta que escoger ciertas cosas en nuestras vidas puede tener un efecto estético que otros encuentran agravante. La belleza, como se dice, está en los ojos de quien la contempla. Y también lo es la falta de belleza. Y no desconozco que hay ciertos principios que la sociedad ha establecido para el bien de todos. Estoy seguro que usted y la ley del país donde vive saben de muchas cosas que no podemos hacer sin interferir con el derecho de nuestros vecinos de vivir en paz. Pero desafortunadamente tomamos ciertas decisiones de manera ofensiva en la que eventualmente dañamos a aquellos con los que no estamos de acuerdo.
Y para cerrar mi tesis, lean: “Ad hominem” es una práctica dialéctica en la que nuestra forma de argumentar se basa en ofender o calumniar a la persona con la que discutimos y no a las ideas que ellos articulan. Y no hay práctica alguna mas representativa de esa falacia que las campañas electorales políticas en las que decidimos el futuro de nuestra nación. Si quiere un ejemplo vaya a la tele y enciéndala.
Al llegar al final de este corto artículo me doy cuenta que no importarme nadie en realidad significa que me importan todos y que no tengo animosidad o prejuicio contra otros. Me preocupa nuestra dignidad como miembros de la raza humana y respeto cualquier posición en la que usted se encuentre en este momento de la breve caminata que hacemos sobre la superficie de este planeta. Somos muchos y tenemos que ser muy cuidadosos cuando caminamos para que no nos pisemos los dedos los unos a los otros o para que no destruyamos las semillas que eventualmente puedan crecer para convertirse en flores y árboles de mutuo respeto y entendimiento que nos de fragancia y protección.
Y ese es mi punto de vista hoy.
The information age that ain’t.
The information age that ain’t.
By Paul V. Montesino, PhD, MBA.
“Education is learning what you didn’t even know you don’t know.” Daniel J. Boorstin, educator, (1914)
I was planning to write my Enron V Part VI with potential solutions to the home mortgage crisis this week when I saw an interesting article covering the sound advice of the President and Executive Director of the Boston Fed in the April 1 issue of Rumbo. He was not talking about how we got here but about how to get from under the weight of the current situation. And I know that it will be more rewarding to you if you follow his advice and go to a bank and tell them that the President and Executive Director of the Fed sent you and not a former banker like me who mostly banks online these days.
I know my advise will be repetitive of what he said or more unnecessarily detailed, so I have decided to forego Part VI and tell you to listen to him while I get into other issues that are as relevant as losing your own home, perhaps even more so. In future articles I will try to dig deeper on other more complicated mortgage crisis points that are taking shape as we speak. But for now, how does losing your children’s entire life sound like as a subject?
For the past few weeks we have witnessed a very creative competition about wakeup calls between all three of the current presidential candidates. It appears that all American crisis loom in the horizon at three o’clock in the morning; insomnia perhaps? In the three versions of the same we have seen It seems that we are all sound asleep and then suddenly the phone sounds to awaken the President to tell him or her that there is a serious crisis that only “that candidate” claims to be able to solve. I hate to use this example, but the twin towers attack took place in the early morning hours of September 11 when the President was reading children’s books in a southern school. The ad is really absorbing and powerful and makes us wonder whether our presidents have a full night sleep when they live in the White House. I have, however, come up with another wake-up call ad that might impress and affect you much more. Let’s give it a shot.
“It is dark at home. It is three o’clock in the morning and your phone rings. Yes, your phone, not the president’s. You are tired and deeply asleep and so is your spouse and your kids. You awaken and shake your head in disbelief: “Who the heck?... at three o’clock in the morning!” You approach the phone with trepidation and pick it up. It is your kid’s school principal’s voice. “Principal?... What is going on?” The voice on the other side makes a few sounds to clear the throat. “Yes, it is me,” the voice says, “I am calling to tell you that your child has dropped out from high school and is officially a failure.” “My child?... are you kidding?” The other phone clicks, goes dead and the conversation ends.”
I have to confess that I have never seen any presidential candidate phone ad sounding like the one I just completed but in honesty to you I wonder why not. Like any citizen of this country I am worried about wars and terrorism and want to make sure that the operators in the White House work 24/7 to protect us, but my interest goes beyond that risk. I am not talking only about killing me or my family but killing our children’s minds as well. The risk is very real and so is the possibility that you may get the call I just staged for you and will knock your brains out.
A recent report by America’s Promise Alliance, a respectable educational research institution, former Secretary of State Collin Powell and his wife Alma are directors there, finds that only about half of all students served by the main school systems in the nation’s 50 largest cities graduate from high school, over a million a year country wide do not graduate. The Alliance for Excellent Education estimates that the high school dropouts from the Class of 2006-07 will cost the U.S. more than $329 billion in lost wages, taxes and productivity over their lifetimes. Young people of color are most affected, because nearly half of all African-American and Native-American students will not graduate with their class, while less than six in 10 Hispanic students will.
In the city of Detroit alone only 20% graduate. That is a whopping eighty percent dropout rate. The same study indicates that the incidence of those dropouts concentrates in the inner cities while the suburbs perform better. In other words, high school graduation rates have become a new social divide. I posed the possibility of not having finished High School to my current college students, obviously not in that category. I asked them a simple question: “Presume you had dropped out of High School and imagine how you would spend your days. Would you sleep, watch TV, hang around with other dropouts? What would you do with your time? And most of all, how would you be looking at your future?”
They looked at me amazed in disbelief but my intention was not to force them to compare themselves with others who had given up very early. I wanted them to realize that here we had a section or our society who obviously were not going to be their useful business customers or our work associates in a society that depends more and more on our ability to handle an ever increasing complex set of rules. In other words, in the world I operate and teach we live in a demanding information society but these students were becoming uninformed instead and staying behind. They are the lost opportunities to success who slowly but surely will fall by the wayside when it comes to economic and intellectual security. When education is not the focus and central part of our vision, other irrelevant parts in the periphery that up to now were of little value or no attraction to us become our main goals and no one knows what those parts are: sex, drugs, laziness, poverty.
Those students will grow to become expensive dependents of a tax structure where their contributions will be limited and insufficient; will be beyond the reach of health systems that could help them live longer and healthier lives and will scatter around a political environment where the decisions about the quality of those we vote to direct our affairs in a shrinking world is becoming more demanding from the citizenship. In order to produce more we need to know more and we need to choose better every things whether it is a spouse, a friend, a career or a leader in government.
I would like to hear how the three presidential candidates will respond to that Principal’s phone call when it is made. And I also know that the candidates alone will never be able to do everything that has to be done to solve this problem. Unfortunately I have not researched this issue formally but I also suspect that the parents of many of those students are high school dropouts themselves and their kids are victims of a tragic repetitive cultural natural selection process that bodes nothing well for them. They socialize with and marry their same kind and beget the same kind of children. Evolution is the game and mutation of the intellectual kind is the name. I suggest we all start listening to our phones and looking at our children with more care and demand the same from those whose jobs it is to help us do so.
“If you are planning for a year, sow rice; if you are planning for a decade, plant trees; if you are planning for a lifetime, educate people.” Chinese Proverb.
And that is My point of view today.
La edad de la información que no lo es
Mi Punto de Vista
La edad de la información que no lo es.
Yo planeaba escribir esta semana mi Enron V-Parte VI con posibles soluciones a la crisis de las hipotecas cuando leí un articulo en la edición de Abril 1 de Rumbo muy interesante que cubría el consejo vital del Presidente Ejecutivo del Federal Reserve Bank de Boston. El no hablaba de cómo habíamos llegado hasta aquí como yo, sino como salir del peso de este atolladero. Y yo se que es más productivo para usted si sigue su consejo y va a un banco y les dice que el Presidente del FED los envió y no que lo hice yo, un banquero que en estos días banquea principalmente a través del Internet.
Pienso que mi consejo va a ser repetitivo de lo que él dijo o lleno de mas detalles innecesarios, así que he decidido olvidarme de la Parte VI por ahora y recomendarles que le hagan caso mientras me envuelvo en otras cuestiones que son tan relevantes como el perder su propio hogar o tal vez muchísimo más importantes. En artículos futuros trataré de investigar a fondo algunos de los otros asuntos más complicados de la crisis de las hipotecas que están tomando forma mientras usted lee estas palabras. Pero por ahora, ¿que tal le suena la vida entera de sus hijos como tema?
Por estas últimas semanas hemos sido testigos de una competencia muy creativa por parte de los candidatos presidenciales. Parece que todas las crisis norteamericanas se aparecen en el horizonte a las tres de la madrugada; ¿tendrán insomnio esos candidatos? En las tres versiones similares que hemos visto parece que todos nosotros estamos durmiendo profundamente y de repente el teléfono suena para despertar al presidente y decirle a él, o a ella, que hay una crisis muy seria que solo ese “candidato” o “candidata” dice que tiene la capacidad de resolver. Me molesta traer este ejemplo, pero el ataque a las torres gemelas en Septiembre 11 ocurrió en horas de la mañana mientras el Presidente leía libros infantiles a un grupo de estudiantes en una escuela sureña. El anuncio es muy absorbente y poderoso y nos hace preguntarnos si los presidentes duermen la noche completa cuando viven el la Casa Blanca. Yo he diseñado otro anuncio de llamada que nos despierta que lo va a impresionar y afectar a usted mucho mas. Déjenme intentarlo.
“Hay oscuridad. Son las tres de la madrugada y su teléfono suena. Sí, su teléfono, no el del Presidente. Usted se halla agotado o agotada y duerme profundamente y lo mismo le pasa a su pareja y sus muchachos. Usted se despierta, agita la cabeza sin creer lo que escucha: “¿Quién diablos?...!a las tres de la mañana!” Usted se acerca al teléfono con preocupación y lo levanta. Es la voz del Director Principal de escuela de sus muchachos. “ ¿Director?... ¿Que pasa?” La voz en el otro lado hace un sonido gutural como para limpiar su garganta. “Sí, soy yo,” dice la voz, “Lo llamo para decirle que su menor ha dejado la escuela y se ha convertido oficialmente en un fracaso.” “ ¿Mi descendiente?... ¿Está bromeando?” El otro teléfono solo hace un sonido de clic, la comunicación se muere y la conversación termina.
Me pesa decir que jamás he visto ningún anuncio telefónico de candidato presidencial que suene como el que he acabado de completar, pero me pregunto por qué no. Como todos los ciudadanos de este país me preocupan las guerras y el terrorismo y quiero sentirme seguro de que las operadoras de teléfonos de la Casa Blanca trabajen 24/7 para protegernos, pero mi interés va mas allá de ese riesgo. Y no estoy hablando solamente de que me maten a mi o a mi familia sino a las mentes de nuestros hijos también. El riesgo es muy real y también lo es la posibilidad de que usted puede recibir esa llamada que le programé y que le va a noquear el cerebro si ocurre.
Un reporte reciente de America’s Promise Alliance, una institución de investigación educacional muy reconocida-el pasado Secretario de Estado Colin Powell y su esposa Alma son directores-encontró que solamente el cincuenta por ciento de los estudiantes servidos por los sistemas escolares principales de las cincuenta ciudades mas largas de la nación se gradúan de escuela secundaria; o sea, mas de un millón al año a través del país no lo hacen. La Alianza para la Excelencia en la Educación estima que los estudiantes que dejaron las escuelas en la clase del 2006-2007 le costarán a los Estados Unidos mas de 329 mil millones de dólares en salarios perdidos, impuestos y productividad por el resto de sus vidas. Los jóvenes de color son los mas afectados, porque casi la mitad de los Africano Americanos y los Americanos-Nativos no se graduarán con su clase, mientras menos de seis de cada diez hispanos lo harán.
En la ciudad de Detroit solamente el 20% se gradúa. Eso quiere decir que tienen un ochenta por ciento de colgados. El mismo estudio indica que la incidencia de esos suspendidos se concentra en el centro de las ciudades mientras que los suburbios tienen mejores porcentajes de graduados. En otras palabras, las normas de graduación de escuela superior se han convertido en una línea divisoria social. Yo le pregunté a mis estudiantes de universidad que consideraran la posibilidad de que ellos jamás hubieran terminado la escuela superior, una categoría en la que obviamente no pertenecen. Les hice esta simple pregunta: “Presuman que ustedes dejaron la escuela e imagínense como ustedes pasarían sus días. ¿Dormirían? ¿Mirarían televisión? ¿Se unirían a otros estudiantes suspensos? ¿Qué harían ustedes con su tiempo? Y por encima de todo, ¿Cómo luciría su futuro?”
Me miraron incrédulos y sorprendidos; pero mi intención no era forzarles a compararse con otros menos dichosos que habían renunciado muy temprano. Mi objetivo era hacerles realizar y notar que teníamos una parte de nuestra sociedad que obviamente no iba a ser compuesta de clientes de nuestros negocios muy lucrativos o compañeros de trabajo en una sociedad que depende más cada día de nuestra habilidad de manejar una serie de problemas y reglas muy complejas. En otras palabras, en el mundo en el que yo opero y enseño vivimos envueltos en una información continua que demanda, pero esos estudiantes se estaban convirtiendo en personas menos informadas cada día y quedándose atrás.
Ellos son las oportunidades de éxito perdidas que lenta pero seguramente se caerán a un lado del camino en lo que se trata de seguridad económica e intelectual. Cuando la educación no es el foco y parte central de nuestra visión, otras partes irrelevantes de nuestra periferia que hasta ahora eran de pequeño valor o no atracción para nosotros, se convierten en nuestros objetivos principales y nadie sabe que son esas partes: el sexo, las drogas, la pereza, la pobreza.
Esos estudiantes crecerán para convertirse en costosos dependientes de una estructura de impuestos donde sus contribuciones serán limitadas e insuficientes y estarán fuera del alcance de los sistemas de salud que podrían ayudarles a vivir vidas más prolongadas y saludables. Y se revolverán en un ambiente político donde las decisiones sobre la calidad de aquellos que votamos para que dirijan nuestros asuntos en un mundo que se hace cada día más pequeño se hace mas exigente de nuestros conciudadanos. Para ser más productivos tenemos que saber mas y necesitamos escoger mucho mejor todas los aspectos de nuestras vidas, sean nuestras parejas, nuestras amistades, nuestras carreras o los lideres gubernamentales.
Me agradaría oír a los tres candidatos presidenciales responder a esa llamada de teléfono del Director de la escuela cuando se produzca. Y también se que esos candidatos solos no serán capaces de hacer todo lo necesario para resolver el problema. Desafortunadamente no he investigado este asunto en suficiente detalle formalmente y sospecho que los padres de muchos de esos estudiantes que fracasan fracasaron también y sus hijos son victimas de un proceso trágico de selección natural repetitivo que no pronostica nada bueno para ellos. Ellos socializan y se unen con su misma clase y sus descendientes son producto de la misma categoría. La evolución es el juego; la mutación de tipo intelectual su nombre. Sugiero que comencemos a prestar atención a nuestros teléfonos y miremos a nuestros hijos con mas cuidado y demandemos mas de aquellos cuyos trabajos son ayudarnos a hacerlo.
“Si usted planea por un año, siembre arroz; si planea por una década, plante árboles; si planea para toda una vida, eduque a la persona.” Proverbio chino.
Y ese es mi punto de vista hoy.
Wednesday, April 16, 2008
Termites in the neighborhood and we did not even know it.
By Paul V. Montesino, PhD, MBA.
I came to the United States in the early sixties. I had not been in Miami, Florida, for more than a week when I took my first ride on a public bus. I observed, on the way to the inner city trying to get a job, that all the blacks who rode the bus went straight to the last seats on the vehicle even though there were many empty ones to choose from. Not only was it common practice, but no one seemed to mind or be bothered or even notice. It was then that I remembered that blacks and whites lived under different rules that were based on the color of our skins. I hate to admit that I felt better in the foolish belief that I was not supposed to behave like those folks who went by me to sit on uncomfortable noisy seats over the bus engines in the hot Miami sun because my skin was lighter. For a silly moment I felt blessed.
I did not find the job I wanted and I moved to Massachusetts never looking back. Not having seen any other blatant or subtle discrimination in my new home until the infamous Boston School busing crisis developed in the nineteen seventies I forgot the significance of that first trip in a bus that was a symbol of all that was wrong in America at one time. The years went by and I finally finished my first college degree with honors. Not high honors mind you; simply honors. My college inducted me in their Honor Society and I was invited to have lunch with many other inductees and the association’s administrative officers. It was a lunch I would never forget.
I was sitting next to the man who had just stepped down from the presidency of the organization. I felt honored again. He, a man obviously in his late sixties, was very pleasant and complimentary to me for my educational achievements. Then he got into a question I have heard thousands of times before: “Where are you from?” These days I have developed a nasty habit of responding with an unexpected answer: “I am from planet earth, where are you from?” Then I was not so sure of myself to say that big truth and responded with another smaller truth: “I am from Cuba.”
Now, remember, this guy was the most senior officer of this educational group. He looked at me as though I had shown symptoms of a contagious disease. His response went something like this: “You know, I have lived in Dorchester all my life and there are many Cubans there who live on Welfare.” I was not sure about how many Cubans lived in Dorchester or how many were on Welfare but I was sure that Welfare was not an institution designed exclusively for Cubans or any other nationalities or races for that matter. And before I could mention that fact he gave me an unwelcome description of all the economic and social consequences of Welfare that I neither needed or wanted.
He finished his eloquent garbage, took some deep breath and asked me the next big question, one that I really welcomed: “And, what do you do for a living?” Not wanting to disappoint him with an articulate answer about my bank officer status then or the social need for a Welfare system that is there to help those in trouble that he might not have welcome or understood and might have detracted him from his illiterate statistical rubbish I shot back: “Oh, my family lives on Welfare.” You don’t want to know the rest or extent of his shock because he did not open his mouth even once after that. The man went mentally AWOL.
But before I move to the end of this story I want to visit another related experience, this one more fresh. A recently widowed woman I know decided to sell her home not long ago. Her husband of many years had passed on recently, she was getting older and sickly and could no longer live alone or afford all the utilities required by a house built for a family of five in the nineteen fifties. The mortgage was already paid so she was sure that the sale price would be enough to keep her free of any serious economic worries through the remaining of her aging life and even leave something behind for children and grandchildren after her death. She was surprised, actually shocked, when she found that her goals were not to be reached any time soon.
The house inspector had come to inspect the property and discovered that the house was infested with termites, many as a matter of fact. The woman and her family reacted as any concerned person would and did not want to believe the man at first. They even thought that the inspector was trying to get her to lower the price or any such shenanigan in complicity with the buyer. It took the visit of another inspector hired by the lady to convince herself that the termites were indeed there. She was not going anywhere until they did. How they could have grown to such extent through the years without anyone suspecting it added to her aggravation. The husband, of course, was gone and could not answer that question. Well, the story does not end there. The house was fumigated and eventually the woman sold and moved out.
For the past several days, we have witnessed a similar metaphorical national situation that has been created by the controversy of the Illinois Senator and presidential contender Barack Obama and his relationship or ascribed responsibility with the incendiary comments made by his long time church pastor Jeremy Wright. While I write this piece I am not interested in Mr. Obama’s presidential ambitions, Mrs. Clinton’s or Mr. McCain’s for that matter. That is not the purpose or the intention of this article. In other words, this is not about supporting one or the other or making judgment or speculation about motives here. I am an independent thinker and voter and I have the freedom to choose the person I believe can move us forward and I am not yet at a point in this process where I can put a name or a face to the one I will select as our 44th president. I have, however, other serious issues at hand that I would like to share with you.
Much has been made about this preacher and his association with Senator Obama. I have been to and dealt with many black organizations in my life and I am fully aware that the African American community, like the Latino community does, has many issues still outstanding that we of a different race or socio economic composition cannot even imagine, issues that we would like to see ignored or silenced, passed over so to speak, so as not to be mortified. Black churches are not branches of some structured organizational pyramid based somewhere in another European country where the guides on subjects to discuss every Sunday are scheduled dogmatically. In these churches the pastor and his or her community are the church and what happens around them and their lives is the subject of the sermons. Lives where there are men in jail, women who have no husbands, there is crime, poverty, guns and Aids. Not knowing the specifics of what this pastor said, or should have said or how it should have been said or his tone or what Mr. Obama heard throughout the years or should have heard as he grew up, I have a sense that this case is not much different from the story of the woman and her termite infected home above. Follow me please.
We, of course were shocked to hear someone talking like the Reverend Wright did. And it brought all of us to confront, by association, the man who at the present time represents the first serious attempt of an African American who not only dared to believe that he could be elected President but also thinks he could pull it out. What has happened to all of us who thought or said that race does not matter any more, or that Senator Obama is somehow a different kind of African American, whatever that means, or that we have fallen for his oratory or his chutzpah enough to be able to ignore his skin shade so far, is that we have discovered that our racial house still has termites.
It does not show on our walls, our conversations, our statistics, our discourses of equality and hope amongst educated people sipping on a glass of Chardonnay, but it is still there. We had been looking at Senator Obama through a glass created by our honest desire to be just and fair to him on our conditions and he has broken that glass and has made with its pieces a mirror where we are seeing our own true stereotypical images reflected. As Stevan Harnad in his famous character Pogo said, “I have seen the enemy and it is us.”
I don’t know, and I don’t care, where Senator Obama’s campaign is going to go. As I said before, I have not made my mind yet about who will get the vote. We don’t even know who the Democratic nominee is going to be. But I am sure of one thing: if we vote for him because he is black, or don’t because he is, or do vote for Mrs. Clinton because she is a woman or not because she is, or vote for Mr. McCain because he is white or a male, we will have shown that the depth of the termites in the fabric of our society is getting worse, not better.
Yesterday, approximately forty years after I “enjoyed” lunch with the president of my Honor Society, I had an opportunity to see human relations first hand one more time. I was in a line to get a cup of coffee at a local shop when the guy in front of me, a man who must have been in his late seventies or early eighties, walked away and sat on a bench to enjoy his snack. As he opened the bag with trembling hands that betrayed an incipient stage of Parkinson’s Disease he discovered that the attendant had neglected to grill the sandwich as requested.
He returned and broke in front of me interrupting my order and offering all kinds of unnecessary apologies to me for his actions. I told him not to worry at all and to go ahead. “I can wait,” I said patiently. While the clerk, a young man of Latino extraction, went back to the grill to finish the incomplete order, the old man made a comment: “They don’t know what the hell they are doing…” And then, to complete his lesson in judgment about the human condition I obviously was waiting for, he added: “…you should see the other store on …street. Well,” he said with sarcasm, “foreigners!” I did not know what to respond to a man his age. Not trying to disguise my Spanish accent I replied ”Sir, We are all foreigners in the world.” He smiled sheepishly and walked away with his grilled sandwich, his trembling hands and his prejudice, one that I bet may have been around all his life. I am not sure how long the poor fellow has to live, but there are some of us who live our lives in vain and don’t even know it. And there are others who live with termites under our floors and would never recognize them either.
And this is my point of view today.
Comején en el vecindario y ni siquiera lo sabíamos
Por Paul V. Montesino, PhD, MBA
Yo vine para los Estados Unidos al principio de los años sesenta. No había estado en Miami, Florida, más de una semana cuando tomé mi primer viaje en autobús. Observé, en nuestro camino hacia la ciudad, que las personas de color que montaban se dirigían directamente a los últimos asientos de la guagua a pesar de que habían asientos vacíos en el frente. No era solamente una práctica común, sino que a nadie le parecía notar o molestar.
Fue entonces que recordé que los blancos y las personas de color habían vivido bajos reglas diferentes a través de los años en el sur, reglas que eran diferentes basadas en el color de nuestra piel. Hoy me duele admitir que no me sentía mal por mi creencia insegura tonta entonces de que yo, por mi piel más ligera, no tenía que comportarme como aquellos que pasaban hacia atrás para sentarse en unos asientos ruidosos y calientes cerca del motor que el sol candente de Miami hacía más insoportable todavía. Por un instante insensato me consideré dichoso.
No hallé trabajo y me moví a Massachusetts sin jamás mirar hacia atrás. No habiendo sido testigo de discriminación flagrante o sutil en mi nuevo hogar hasta que ocurrió la infame crisis de los autobuses de las escuelas de Boston en los años setenta, me olvidé de la significación de ese viaje inicial en un autobús que era el símbolo de todo lo que fue equivocado en nuestro país en un momento de nuestra historia. Los años transcurrieron y terminé mi primer título universitario con honores. No honores altos, simplemente honores. Mi universidad me instaló en la Sociedad de Honor y me invitaron a un almuerzo con muchos otros inducidos y los oficiales administrativos de la asociación. Fue un almuerzo que jamás olvidaría.
Yo estaba sentado al lado del presidente retirado de la organización. El individuo, claramente en sus sesenta abriles, se comportaba muy amistoso y halagador hacia mí reconociéndome mis triunfos educacionales. Fue entonces que me hizo una pregunta que he oído muchas veces en mi vida: “¿De dónde eres?” En estos días yo he desarrollado el hábito fastidioso de responder con una frase inesperada: “Yo vengo del planeta tierra, ¿de dónde es usted?” En aquél entonces no estaba muy seguro de mí y respondí con otra verdad más pequeña: “Yo vengo de Cuba.”.
Ahora bien, recuerden, este señor había sido por mucho tiempo el oficial más alto de este grupo educacional. Me miró como si yo hubiera mostrado repentinamente síntomas de una enfermedad contagiosa. Su respuesta fue más o menos como esto: “Tu sabes, yo he vivido en Dorchester toda mi vida y hay muchos cubanos que viven en Dorchester y todos dependen de la asistencia social pública.” Yo no estaba consciente de cuantos cubanos vivían en Dorchester o cuántos de ellos dependían de la asistencia social pero yo si estaba seguro de que la asistencia pública no se había diseñado exclusivamente para los cubanos o para otra nacionalidad o raza. Y antes de que le pudiera mencionar ese hecho me dio una descripción que yo ni necesitaba ni deseaba sobre las consecuencias económicas de la asistencia social pública y lo que le costaba a él y a sus vecinos.
El hombre terminó su elocución de porquería, respiró profundo y me hizo la próxima gran pregunta, una a la que sí di la mayor bienvenida: “Y ¿a qué te dedicas?” No queriendo decepcionarlo con una respuesta que no esperaba sobre mi profesión de oficial bancario o hablarle sobre la necesidad social de una asistencia pública que se había creado para ayudar a aquellos desafortunados de la sociedad que mi interlocutor ni habría aceptado o entendido en el contexto de su mente analfabeta y estrecha, le riposté: “Oh, mi familia vive de la asistencia pública.” Usted no quiere conocer el resto o la duración de su conmoción, porque después no abrió su boca como no fuera para comer. Su mente se alzó y volvió soldado desertor.
Pero antes de moverme al final y parte fundamental de esta historia quiero visitar otra experiencia relacionada con ella, ésta más fresca. Una mujer vecina que enviudó recientemente decidió vender su hogar. Su esposo de muchos años había fallecido recientemente, ella estaba envejeciendo y no podía vivir sola o afrontar los gastos de mantenimiento requeridos por una casa edificada para una familia de cinco miembros en los años cincuenta. La hipoteca ya se había pagado y ella pensaba que el precio de venta sería lo suficiente para mantenerla libre de preocupaciones económicas por el resto de su vida y aún dejar algo para sus hijos y nietos después de su muerte. La mujer se sorprendió, actualmente se emocionó, cuando se dio cuenta que sus objetivos no se iban a lograr pronto.
El inspector de bienes y raíces había venido a examinar la propiedad y descubrió que la casa estaba infestada de comejenes. La señora y su familia reaccionaron de la manera alarmada que cualquier persona habría hecho, y no querían creer al hombre. Inclusive pensaron que el inspector estaba tratando de impresionarla para que redujera el precio en complicidad con el comprador. Se hizo necesario otra visita de un inspector independiente contratado por la señora para convencerla de que en realidad los comejenes habían minado la casa. Desafortunadamente ella no iba a parte alguna hasta que los comejenes no se fueran. Como podían haber crecido en tal forma los animalitos a través de los años sin que alguien lo sospechara le añadía dolor a su desconcierto. El esposo, desde luego, se había ido y no podía contestar esa pregunta. Bueno, la historia no terminó ahí. La casa fue fumigada y eventualmente la mujer vendió y se mudó.
En días recientes hemos sido testigos de una situación nacional metafóricamente similar a la de esta pobre viuda creada por la controversia sobre el senador de Illinois y candidato presidencial Barack Obama y su relación o aludida responsabilidad con los comentarios incendiarios hechos por el pastor de su iglesia Jeremy Wright. Mientras escribo esta pieza debo enfatizar que no me interesan las ambiciones presidenciales del señor Obama, la señora Clinton o el señor McCain. Ese no es el propósito o las intenciones de este artículo. En otras palabras, no trato de apoyar a uno o al otro o emitir juicios o especular sobre sus motivos. Yo soy un pensador y votante independiente y tengo la libertad de escoger la persona que yo creo nos va a mover hacia el futuro y no estoy todavía en un punto de este proceso donde puedo poner un nombre o una cara a quien voy a seleccionar como nuestro presidente número 44. Tengo, sin embargo, otras serias preocupaciones que me gustaría compartir con usted.
Mucho se ha discutido sobre el predicador y su asociación con el Senador Obama. Yo he asistido y me he relacionado con muchas organizaciones negras en mi vida profesional y conozco perfectamente que la comunidad Afroamericana, como la comunidad Latina, tiene muchos problemas que todavía no se han resuelto y de los que muchos de nosotros de otra composición social o económica no tenemos la más mínima idea, asuntos que nos gustaría ver ignorados o silenciados, pasados por arriba pudiera decirse, para no mortificarnos. Las iglesias negras no son sucursales de otras organizaciones piramidales estructuradas basadas en otro país Europeo donde las guías y los sujetos que se discuten cada domingo están ordenados dogmáticamente por una burocracia.
En estas iglesias el pastor y su comunidad son La Iglesia y lo que ocurre alrededor de ellos y sus vidas es el sujeto de los sermones. Vidas donde hay hombres en la cárcel, mujeres sin esposos, crimen, pobreza, armas y el Sida. No sabiendo específicamente lo que dijo este pastor, o lo que debió haber dicho, o como lo debió decir, o en que tono, o lo que el señor Obama escuchó mientras crecía a través de los años o debió haber escuchado o reaccionado, antes y después de entrar en la política, me luce que este caso se parece a la historia de la mujer y su casa infestada de comején a la que me referí anteriormente. Síganme por favor.
Desde luego, nos alarmamos cuando oímos a alguien hablar como lo hizo el Reverendo Wright. Y nos forzó a todos a confrontar, por asociación, al hombre que en el tiempo presente representa el primer intento serio de un Afroamericano que no solamente se atrevió a creer que pudiera ser elegido presidente sino que también piensa que lo puede lograr. Lo que ha ocurrido a todos los que pensábamos o decíamos que la raza o el género no nos importaban esta vez, o que el senador Obama es quizás un tipo “diferente” de Afroamericano, lo que eso quiera decir, es que caímos por su oratoria o su bravura lo suficiente como para volvernos ciegos al color de su piel hasta hace poco y ahora hemos descubierto que nuestra casa racial todavía tiene comején.
No se muestra en nuestras paredes, nuestras conversaciones, nuestras estadísticas, nuestros discursos de igualdad y esperanza entre personas educadas mientras bebemos un vaso de vino, pero está ahí todavía. Hemos mirado al Senados Obama a través de un cristal transparente creado por nuestro deseo honesto de ser justos y equitativos hacia él basado en nuestras reglas de expectativa y el hombre ha roto ese cristal y con sus piezas ha creado un espejo donde estamos observando nuestras propias imágenes estereotípicas reflejadas. Como dijo Stevan Harnad en su famoso carácter Pogo, “He visto al enemigo y somos nosotros.”
Yo ni se, ni me preocupa, donde va a ir la campaña de Barack Obama. Como dije antes, yo no he decidido quien va a recibir mi voto. Ni siquiera sabemos quien va a ganar la nominación del partido Demócrata. Pero si estoy seguro de una cosa: si votamos por él porque es Afroamericano, o no porque lo es, o votamos por la señora Clinton porque es una mujer o no porque lo es, o votamos por el señor McCain porque es blanco o es hombre, habremos mostrado que la infección del comején en la fabrica de nuestra sociedad se ha mantenido.
Ayer, hace aproximadamente cuarenta años de haber “disfrutado” del almuerzo con el presidente de mi Sociedad de Honor, tuve la oportunidad de ver de cerca una vez mas las relaciones humanas en acción. Estaba yo en cola para obtener una taza de café en una cafetería local cuando un señor que se hallaba frente a mí, que lucía estar en unos setenta y tantos u ochenta años, se alejó y se sentó en un banco cercano para disfrutar de su sándwich. Al abrir el cartucho con manos temblorosas que evidenciaban síntomas incipientes de la enfermedad de Parkinson descubrió que el sirviente se había olvidado de tostarle su merienda como lo había ordenado. El pobre hombre volvió enojado y se metió frente a mi interrumpiendo mi pedido ofreciéndome toda clase de disculpas por sus acciones. Le dije que no se preocupara y que terminara con su orden: “Yo puedo esperar,” le dije pacientemente.
Mientras el apenado empleado, un hombre joven de extracción Latina, se dirigía hacia la tostadora para completar la tostada, el anciano me hizo un comentario: “Estos no saben que diablo hacen…” Y entonces, para completar su lección de la condición humana que yo obviamente necesitaba, añadió ”…Y usted debía ver la otra cafetería en la calle (tal)… Bueno,” dijo con sarcasmo, “!extranjeros!” Yo no sabia que responder a un hombre viejo de su condición sin que se agitara. Y tratando de no esconder mi acento hispano le conteste’: “Señor, todos somos extranjeros en este mundo.” Se sonrió avergonzado y se alejó de nuevo con su sándwich tostado, sus manos temblorosas y su prejuicio, uno que posiblemente ha poseído toda su vida. Yo no estoy seguro de cuantos años ese pobre hombre tiene por vivir, pero hay algunos de nosotros que vivimos en vano y ni siquiera lo sabemos. Y hay muchos otros que vivimos con comején bajo nuestros pisos y jamás lo reconoceríamos tampoco.
Y ese es mi punto de vista hoy.
Saturday, April 5, 2008
Un Punto de Vista. Enron V: la crisis de la vivienda. Parte V.
Por Paul V. Montesino, PhD, MBA
La mayoría de nosotros estamos atraídos a la famosa expresión: “Se lo dije.”
Como muchos humanos, debo confesar-aquí viene mi confesión una vez más-que me siento tentado ocasionalmente a caer en esa trampa. Y la llamo trampa porque es una expresión egoísta que resuelve nada y no sirve propósito alguno. Cuando yo le advierto a usted u otros de lo que yo pienso va a ocurrir y ocurre yo realmente no estoy arreglando el problema básico. Todo lo que estoy diciendo es que usted no me hizo caso y está pagando por las consecuencias. Eso no es justo. Yo en realidad no deseo que usted pague por sus propios errores solamente para hacerme a mí feliz.
Pero una vez haberme disculpado, me luce de todas maneras que en realidad se lo dije. Yo he estado escribiendo estos artículos sobre la crisis de las hipotecas por varios meses cansones ahora y le advertí que la crisis iba a ser mas larga que mis escritos. En realidad lo es. Tanto ha ocurrido desde la fecha en que por primera vez cubrí ese asunto que estoy comenzando a pensar que debía cambiar de profesión y convertirme en astrólogo. Pero no, por favor, no me diga cual es su signo zodiacal. No todavía.
Yo no se si usted ha visto esas películas de las carroceros romanos, el látigo en la mano, y sus carrozas corriendo alrededor del coliseo, los caballos halando y empujando tratando de alejarse del castigo de sus amos. Las bestias no se dirigen a lugar alguno, se alejan de los correazos de sus jefes. No es movimiento hacia un lugar positivo, es un “déjame salir de aquí.” Yo las he visto. Y tengo que decirles que esta crisis me luce igual, con una diferencia muy grande: yo no soy el carrocero, los caballos lo son, y la carroza no parece ir a un lugar que me guste. Pero lo voy a tratar de definir. En cierto momento tengo que regresar a mi punto de vista de “se lo dije.”
Hace tiempo alguien hizo un comentario familiar muy profundo que jamás he olvidado: se necesitan a dos para bailar el tango. Habiendo hecho esa definición quiero ahora moverme hacia esta danza catastrófica en la que los consumidores y los banqueros, los inversionistas y sus representantes han estado bailando en este nuevo escenario donde la economía de este país y parte del mundo han sido dañados seriamente. Voy a comenzar con los consumidores, usted y yo.
Durante los últimos años, los dueños de casas han estado disfrutando de un aumento continuo en el valor de su capital. Como usted sabe, el capital es la diferencia entre lo que usted posee y lo que usted debe. Parecía que el cielo era el límite. Típicamente los norteamericanos usábamos ese capital de vivienda para comprar casas mejores y mayores mientras nuestras necesidades y ambiciones familiares iban hacia arriba también. Más habitaciones, mas baños, sótanos, en fin, de todo.
Los contratistas y otros que viven del negocio de la construcción añadían a ese frenesí haciendo casas mas grandes y lujosas, tentándonos para que nos lo jugáramos todo, literalmente y figurativamente, en conseguirlas. No era difícil convencer a una familia que era dueña de un hogar con un capital saludable para que usara ese capital no solamente para comprar una casa mayor sino para viajar, comprar autos de lujo y pagar por la educación de los menores. No hay nada erróneo en eso; es lo que se llama el sueño americano. Pero como hemos visto recientemente, el sueño se ha convertido en una pesadilla para muchos.
No fue muy difícil convencer a los dueños de vivienda que continuáramos en ese curso optimista porque estábamos convencidos que el valor del capital iba a continuar a subir y nos permitiría refinanciar la propiedad una y otra vez cuando necesitábamos obtener mas efectivo. Y ese capital se convirtió no solamente en una tentación para los dueños sino para aquellos que observaban con envidia esa riqueza y querían hacerse parte de ella.
Es decir, que los primeros bailadores de tango fueron los propietarios que querían bailar a donde no otro ser humano había danzado antes, parafraseando a una serie de televisión bien conocida, pero ese fue el momento en el que otros bailadores de tango se acercaron al tablado e hicieron la famosa pregunta: “¿Me da una pieza?” Una pregunta que fue contestada por los orgullosos invitados prontamente: “¿Dónde firmo?”
Hubo una plétora de bailadores en cola. Contratistas que querían crear los próximos hogares para compradores, los corredores de bienes raíces en comisión, prestamistas, abogados, banqueros, banqueros de inversiones, inversionistas que eran parte de la comunidad o ausentes que vivían lejos de ellas. Habían tantos esperando por la oportunidad de disfrutar del dinero regado en el piso de baile que, para poder cubrir los costos, las tasas de interés que tenían que pagar los consumidores y el capital necesario para cubrirlos se hacían cada vez mas elevados y tenían que continuar elevándose. Nadie anticipaba que esos capitales pudieran reducirse y que las tasas de interés, muchos de las cuales eran ajustables, a pesar de ser elevadas, se volverían tan alto que no podrían ser renegociadas con los prestamistas a través de transacciones de refinanciamiento. Desafortunadamente ese optimismo fue infundado.
Al igual que las adquisiciones de automóviles que mencionamos en nuestros artículos anteriores muchas de las personas que habían pedido prestado cantidades de hipoteca ridículamente altas a intereses onerosos que se ajustaban periódicamente más altos se vieron en la triste situación de no poder hacer los pagos u obtener nuevos términos. El capital de las propiedades que tenían había llegado al tope y el préstamo no podía ser renegociado y los prestamistas estaban tocando a la puerta pidiendo su dinero. El efecto de dominó fue rápido y sangriento. Muchas personas que vieron el capital en sus hogares caer por debajo del valor de sus hipotecas decidieron que no valía la pena quedarse con ellas y le dijeron a los banqueros: “Métanse la casa.”
En la prisa muchos de ellos inclusive echaron a la calle a ese símbolo de su estructura familiar: la mascota. Hay muchos huérfanos de esa categoría en las perreras. Los bancos, desde luego, no están en el negocio de ser dueños de casas o alquilarlas, ellos quieren su dinero lo mas pronto posible así que decidieron vender las propiedades a precios de remate estimulando todavía más una espiral en precios hacia abajo. Y es que eso no era solamente su dinero, era también el que ellos le debían a los inversionistas que esperaban ansiosamente por sus fondos.
Esto no hubiera sido un problema si usted y yo hubiéramos sido los únicos afectados, pero cuando el número de los que no pueden o no quieren pagar está en los millones se puede imaginar la seriedad de la situación no solo para nuestro país sino para otros que participaron en este tango. Y es aquí donde mi carroza se detiene esta vez. En mi próximo articulo voy a cubrir las soluciones, ambas individuales y aprobadas por el gobierno, que debemos esperar mas pronto que mas tarde confío. En un discurso optimista que el presidente de los Estados Unidos hizo en el 2006 él alardeó del aumento de hogares propios durante su administración. Lo que olvidó mencionar, porque no lo anticipó, fue que el aumento era causado por un balón que eventualmente se iba a desinflar. Recientemente ha reconocido el problema. Ese es un hábito que parece afectar todo lo que él toca, sea la economía o su política exterior.
Y ese es mi punto de vista hoy.