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Watertown, Massachusetts, United States
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Wednesday, January 30, 2008

La semilla sembrada por un hombre llamado Martín.

El cuatro de abril de 1968, casi cuarenta años atrás, el Dr. Martin Luther King fue asesinado. Este mes, en Enero 15 del 1929 había nacido en Atlanta, Georgia, y la nación que fue testigo de su larga dedicación y ardua senda al martirio que se ha convertido en su huella en esta tierra se detiene por unas horas para encender una vela en la tercera semana del mes y recordarlo con respeto.

No creo que soy capaz o siquiera autorizado para escribir sobre la vida de este hombre y reflexionar sobre la dimensión verdadera de su vida. Pero eso está bien. Otros han hecho lo mismo con mas prosa y sabor que yo, tal vez con mas derecho también. Pero yo creo que puedo compartir un pensamiento o dos con mis lectores sobre una vida que se ha convertido en un faro de esperanza para la raza humana, una luz que fue extinguida por una mano criminal que representaba lo peor en todos nosotros, pero un faro que sigue brillando hoy día.

Es fácil reflexionar sobre su vida y perder el significado verdadero de lo que hizo. Uno recuerda las caras cansadas y enojadas de aquellos que marchaban con él y podemos llegar a la conclusión errónea de que lo que hacia era luchar por una causa negra solamente. No me entiendan mal, su objetivo inmediato fue mejorar las condiciones de vida de sus raíces y su raza, pero ese tren no se suponías que parara en esa estación. Su objetivo fue liberarnos a todos nosotros. No me importa si nuestra piel es blanca o carmelita; si sufrimos una injusticia él murió por nosotros.

Este mes, mientras nos sentábamos y observábamos las controversias que rodean al proceso de nuestra primaria electoral contemplamos una nación, los Estados Unidos del siglo 21, que toma forma en frente de nosotros y no tenemos otro recurso que no sea maravillarnos de la visión que sostuvo al doctor King en su camino a la eternidad. Ahora sabemos que mantenía esa esperanza: “Yo tengo un sueño,” dijo en Washington en Agosto 28 de 1963,”que mis cuatro hijos pequeños algún día vivirán en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel sino por el contenido de su carácter.” Por primera vez en nuestra historia vemos a un Americano Africano y a una mujer compitiendo por la posición mas elevada de nuestra nación y creemos que es posible que puedan ganar.

Desde luego, todavía existen algunos que odian y se revuelcan en el lodo del prejuicio porque no tienen otra forma de expresar sus creencias débiles y confunden la tradición con la inacción. Pero esas arenas de ignorancia y falta de entendimiento están siendo eliminadas por un tsunami oceánico de fe en el futuro de los Estados Unidos. Y hay muchos otros que están ansiosos por alzar sus ojos y ver el tope de la montaña que se convirtió en la única revelación en aquel momento para el Dr. King. No sabemos cuales son los detalles de la dirección en que esta nueva esperanza nos va a dirigir. No podemos definir el final del camino en términos de personalidades, en realidad es irrelevante, pero estamos absolutamente seguros de que este nuevo paradigma es la cosecha de una semilla plantada por un hombre llamado Martin que no temía morir por sus sueños. La muerte, después de todo, nos afecta a todos mas tarde o mas temprano; la inmortalidad solo a unos pocos.

Y ese es mi punto de vista hoy.

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