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Watertown, Massachusetts, United States
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Saturday, April 5, 2008

Un Punto de Vista. Enron V: la crisis de la vivienda. Parte V.

Por Paul V. Montesino, PhD, MBA
La mayoría de nosotros estamos atraídos a la famosa expresión: “Se lo dije.”

Como muchos humanos, debo confesar-aquí viene mi confesión una vez más-que me siento tentado ocasionalmente a caer en esa trampa. Y la llamo trampa porque es una expresión egoísta que resuelve nada y no sirve propósito alguno. Cuando yo le advierto a usted u otros de lo que yo pienso va a ocurrir y ocurre yo realmente no estoy arreglando el problema básico. Todo lo que estoy diciendo es que usted no me hizo caso y está pagando por las consecuencias. Eso no es justo. Yo en realidad no deseo que usted pague por sus propios errores solamente para hacerme a mí feliz.

Pero una vez haberme disculpado, me luce de todas maneras que en realidad se lo dije. Yo he estado escribiendo estos artículos sobre la crisis de las hipotecas por varios meses cansones ahora y le advertí que la crisis iba a ser mas larga que mis escritos. En realidad lo es. Tanto ha ocurrido desde la fecha en que por primera vez cubrí ese asunto que estoy comenzando a pensar que debía cambiar de profesión y convertirme en astrólogo. Pero no, por favor, no me diga cual es su signo zodiacal. No todavía.

Yo no se si usted ha visto esas películas de las carroceros romanos, el látigo en la mano, y sus carrozas corriendo alrededor del coliseo, los caballos halando y empujando tratando de alejarse del castigo de sus amos. Las bestias no se dirigen a lugar alguno, se alejan de los correazos de sus jefes. No es movimiento hacia un lugar positivo, es un “déjame salir de aquí.” Yo las he visto. Y tengo que decirles que esta crisis me luce igual, con una diferencia muy grande: yo no soy el carrocero, los caballos lo son, y la carroza no parece ir a un lugar que me guste. Pero lo voy a tratar de definir. En cierto momento tengo que regresar a mi punto de vista de “se lo dije.”

Hace tiempo alguien hizo un comentario familiar muy profundo que jamás he olvidado: se necesitan a dos para bailar el tango. Habiendo hecho esa definición quiero ahora moverme hacia esta danza catastrófica en la que los consumidores y los banqueros, los inversionistas y sus representantes han estado bailando en este nuevo escenario donde la economía de este país y parte del mundo han sido dañados seriamente. Voy a comenzar con los consumidores, usted y yo.

Durante los últimos años, los dueños de casas han estado disfrutando de un aumento continuo en el valor de su capital. Como usted sabe, el capital es la diferencia entre lo que usted posee y lo que usted debe. Parecía que el cielo era el límite. Típicamente los norteamericanos usábamos ese capital de vivienda para comprar casas mejores y mayores mientras nuestras necesidades y ambiciones familiares iban hacia arriba también. Más habitaciones, mas baños, sótanos, en fin, de todo.

Los contratistas y otros que viven del negocio de la construcción añadían a ese frenesí haciendo casas mas grandes y lujosas, tentándonos para que nos lo jugáramos todo, literalmente y figurativamente, en conseguirlas. No era difícil convencer a una familia que era dueña de un hogar con un capital saludable para que usara ese capital no solamente para comprar una casa mayor sino para viajar, comprar autos de lujo y pagar por la educación de los menores. No hay nada erróneo en eso; es lo que se llama el sueño americano. Pero como hemos visto recientemente, el sueño se ha convertido en una pesadilla para muchos.

No fue muy difícil convencer a los dueños de vivienda que continuáramos en ese curso optimista porque estábamos convencidos que el valor del capital iba a continuar a subir y nos permitiría refinanciar la propiedad una y otra vez cuando necesitábamos obtener mas efectivo. Y ese capital se convirtió no solamente en una tentación para los dueños sino para aquellos que observaban con envidia esa riqueza y querían hacerse parte de ella.

Es decir, que los primeros bailadores de tango fueron los propietarios que querían bailar a donde no otro ser humano había danzado antes, parafraseando a una serie de televisión bien conocida, pero ese fue el momento en el que otros bailadores de tango se acercaron al tablado e hicieron la famosa pregunta: “¿Me da una pieza?” Una pregunta que fue contestada por los orgullosos invitados prontamente: “¿Dónde firmo?”

Hubo una plétora de bailadores en cola. Contratistas que querían crear los próximos hogares para compradores, los corredores de bienes raíces en comisión, prestamistas, abogados, banqueros, banqueros de inversiones, inversionistas que eran parte de la comunidad o ausentes que vivían lejos de ellas. Habían tantos esperando por la oportunidad de disfrutar del dinero regado en el piso de baile que, para poder cubrir los costos, las tasas de interés que tenían que pagar los consumidores y el capital necesario para cubrirlos se hacían cada vez mas elevados y tenían que continuar elevándose. Nadie anticipaba que esos capitales pudieran reducirse y que las tasas de interés, muchos de las cuales eran ajustables, a pesar de ser elevadas, se volverían tan alto que no podrían ser renegociadas con los prestamistas a través de transacciones de refinanciamiento. Desafortunadamente ese optimismo fue infundado.

Al igual que las adquisiciones de automóviles que mencionamos en nuestros artículos anteriores muchas de las personas que habían pedido prestado cantidades de hipoteca ridículamente altas a intereses onerosos que se ajustaban periódicamente más altos se vieron en la triste situación de no poder hacer los pagos u obtener nuevos términos. El capital de las propiedades que tenían había llegado al tope y el préstamo no podía ser renegociado y los prestamistas estaban tocando a la puerta pidiendo su dinero. El efecto de dominó fue rápido y sangriento. Muchas personas que vieron el capital en sus hogares caer por debajo del valor de sus hipotecas decidieron que no valía la pena quedarse con ellas y le dijeron a los banqueros: “Métanse la casa.”

En la prisa muchos de ellos inclusive echaron a la calle a ese símbolo de su estructura familiar: la mascota. Hay muchos huérfanos de esa categoría en las perreras. Los bancos, desde luego, no están en el negocio de ser dueños de casas o alquilarlas, ellos quieren su dinero lo mas pronto posible así que decidieron vender las propiedades a precios de remate estimulando todavía más una espiral en precios hacia abajo. Y es que eso no era solamente su dinero, era también el que ellos le debían a los inversionistas que esperaban ansiosamente por sus fondos.

Esto no hubiera sido un problema si usted y yo hubiéramos sido los únicos afectados, pero cuando el número de los que no pueden o no quieren pagar está en los millones se puede imaginar la seriedad de la situación no solo para nuestro país sino para otros que participaron en este tango. Y es aquí donde mi carroza se detiene esta vez. En mi próximo articulo voy a cubrir las soluciones, ambas individuales y aprobadas por el gobierno, que debemos esperar mas pronto que mas tarde confío. En un discurso optimista que el presidente de los Estados Unidos hizo en el 2006 él alardeó del aumento de hogares propios durante su administración. Lo que olvidó mencionar, porque no lo anticipó, fue que el aumento era causado por un balón que eventualmente se iba a desinflar. Recientemente ha reconocido el problema. Ese es un hábito que parece afectar todo lo que él toca, sea la economía o su política exterior.

Y ese es mi punto de vista hoy.


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