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Wednesday, August 20, 2008

Dejando atrás a la jungla de la que venimos.

Un Punto de Vista
Dejando atrás a la jungla de la que venimos.

Por Paul V. Montesino, PhD, MBA.

En los Libros de la Jungla, escrito en su India nativa en los años 1800, 1894 para ser exacto, Rudyard Kipling abrió las puertas de las fantasías infantiles con una descripción clásica de caracteres vivientes de la selva que todavía nos conducen a un mundo donde los animales trascienden su hogar natural para convertirse en algo similar a nosotros o, tal vez, de manera opuesta, en la que nosotros somos los que nos transformamos en ellos. Hemos visto una y otra vez que la jungla de por sí posee una atracción a nuestro pasado nómada particularmente en la multitud de escenas creadas en Hollywood. Nosotros necesitaríamos una serie completa de artículos nada más que para mencionar algunos de ellos. Pero eso no es por lo que estamos escribiendo hoy aquí. Estaríamos fuera de carácter para esta columna.

Recientemente, al igual que millones fascinados en todas partes del mundo, fui testigo de la entrevista de Larry King en CNN a Ingrid Betancourt, la recientemente liberada rehén colombiana que emergió milagrosamente de su larga cautividad. Su larga ordalía, el simbolismo para su país al que estaba tratando de hacer mejor y un mundo impaciente que está cansado de violencia y odio no necesitan más descripción. No de mi parte en cualquier forma. Y tampoco lo es el episodio completo cuando fue liberada finalmente de sus captores. Estoy seguro que a Hollywood en estos momentos se le cae la baba por los derechos de filmar la vida de esa mujer y los escritores de muchas partes del mundo están salivando si no haciendo cola para escribir su biografía, tal vez sus pensamientos más íntimos sobre vida y muerte. No es secreto que ella ha sido testigo de mucho y lo ha sobrevivido todo. Pero, y esto es lo más significativo, lo hizo con dignidad.

Estuvimos impresionados con su compostura, su fe inalterable en algo mayor, su actitud positiva después de tantos años desesperados viviendo cerca de un volcán de odio que casi se la tragó en su ferocidad. Y por encima de todo, fuimos transformados por su visión de lo que la vida y el vivir son. Estimulada por King varias veces para que describiera algunos de los detalles menos elegantes y mas sensacionalistas de su encarcelamiento sin fin, detalles que estoy seguro habrían recompensado a quienes se dan gusto con esas descripciones de abuso, violación y otras acciones enfermas, ella se negó a bullirse o agitarse. Sus respuestas, una y otra vez fueron: “Yo he dejado la jungla atrás y prefiero dejar esas cosas en la jungla de donde vine.” ¡Qué profundo, qué virtuoso, qué agudo, qué sincero!

Con esas palabras que el señor King honró repetidamente después de hacer el mismo tipo de pregunta como si tratara de expresarlas para llegar a ella y sus experiencias a través de diferentes ángulos del mismo material que lo hacen uno de los entrevistadores de famosos y notorios más capacitados de la prensa, Betancourt continuó rechazando participar en el juego sórdido de la jungla. Sabemos que no importa lo grande que sea su transgresión si usted tiene la audacia y el nervio de confesar su ofensa o justificarla en televisión, pero es claro que lo que pueda haber ocurrido en la jungla a la señora Betancourt ni fue pecado ni sensacionalismo y ella estaba dispuesta a aceptarlo sin describirlo. “No, en mi jungla no,” parecía decir.

Ingrid Betancourt bateó un home ron en CNN: ¿Es posible que la vida sería mejor para todos nosotros si dejáramos atrás esos eventos que han sido parte de nuestras propias junglas? Esa fue, esencialmente, una descripción muy clara de lo que la existencia humana se trata. Es entonces que me pregunto, ¿cuál es nuestra jungla, la suya, la mía? ¿Y, donde está?

Los momentos más vergonzosos de nuestras vidas privadas, nuestras peores expresiones públicas de comportamiento humano en el record histórico son momentos y expresiones de esa jungla de la que emanamos. La Iglesia Católica está muy lúcida cuando ofrece a sus creyentes la llave para abrir las puertas de salida de esa jungla a través de la confesión. Es un reconocimiento de ese pasado en el que el sacerdote oye pero no se atreve a juzgar porque aduce que Dios no lo hace tampoco; nosotros mismos nos enjuiciamos. La jungla no es nuestra invención; nosotros somos su creación. Yo estoy convencido que el llamado pecado original es esa jungla, llámelo usted así como Cristiano o como miembro de cualquier otra filosofía religiosa donde el perdón-como la señora Betancourt ha dicho profesar por sus captores-es parte de su creencia.

La jungla es la edad del oscurantismo del trascendental instante cuando nos liberamos de nuestro origen animal a través del largo proceso evolucionista que nos ha traído al presente. La jungla es ese período que comenzó desde el instante en que nos alzamos en dos pies miles de años atrás y estiramos nuestras manos para comer y matar. Hemos arribado a esta llamada “humanidad” que la señora Betancourt nos recordó tan honesta y elocuentemente cuando expresó su descontento, su indignación, su asombro a la inhumanidad constante de unos humanos a otros. Ella no se estaba quejando, no estaba gimiendo y no estaba siquiera culpando u odiando a sus captores por exhibir esa condición: solo estaba simplemente exponiendo los hechos. Con ello nos estaba señalando y nosotros, los aludidos, no teníamos que decir como respuesta. No podíamos.

Mi pregunta una vez más, sí, dirigida a mi también, es: ¿Dónde y que son las junglas de las que hemos venido? ¿De dónde vienen la envidia, la indiferencia, el odio, el abuso, las guerras sin fin, el abandono de los débiles y los pobres? ¿Dónde está esa jungla que esta mujer ha decidido dejar atrás tan valientemente para nunca volver a visitar en su corazón? ¿Sería posible arribar a un acuerdo de que no somos perfectos, mejores o más papista que el papa con otros y que todos hemos venido de esa jungla? ¿Podríamos ser liberados de la misma manera no por salvadores que vienen de fuera para guiarnos sino por las fuerzas libertadoras que vienen de nosotros mismos? ¿Es posible que la filosofía y muestras expresadas por esta brava, frágil pero vigorosa mujer servirá para sugerir el sendero próximo que tomar en la escala evolucionista y finalmente liberarnos? Usted conoce el viejo refrán: La verdad te hará libre. Miremos a esa verdad bravamente para emanciparnos.

Y ese es mi punto de vista hoy.

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